Retrocedamos en el tiempo 45 años. Por aquel entonces yo estudiaba Bachillerato. Todavía no me había dado por la ciencia ficción pero ya era muy aficionado a los viajes espaciales que seguía con entusiasmo a través de la revista “algo”. Estábamos en pleno desarrollo del programa Apolo que intentaba alcanzar el objetivo marcado por el Presidente Kennedy, We choose to go to the Moon, en su famoso discurso de septiembre de 1962.
El 21 de diciembre de 1968 se lanzó al espacio el Apolo 8. Su tripulación estaba formada por Frank Borman, James Lovell y William Anders. Fue el primer lanzamiento con tripulantes realizado por un cohete Saturno V, aunque esta primicia fue solo una de las muchas que consiguió esta misión. Por primera vez una nave espacial tripulada alcanzó la velocidad necesaria para escapar de la atracción gravitatoria de nuestro planeta. Asimismo fue la primera vez que unos seres humanos llegaron a las proximidades de otro cuerpo celeste, la Luna que orbitaron diez veces, y regresaron a la Tierra. También fueron los primeros en ver directamente la cara oculta de la Luna y en ver nuestro planeta desde la órbita de otro cuerpo celeste.
El ultimo hecho mencionado ocurrió exactamente tal día como hoy, 24 de diciembre, hace 45 años. Y fue compartido con toda la humanidad a través de un programa de televisión en el que los astronautas a bordo del módulo de mando del Apolo 8 leyeron los primeros versículos del Génesis. La puesta en escena fue perfectamente sincronizada para que coincidiera con la imagen, nunca antes vista, de la Tierra apareciendo, como consecuencia del movimiento orbital, sobre la superficie de la Luna y flotando en la inmensidad del espacio, mostrando la belleza azul de nuestro planeta en contraste con la desolada superficie lunar que aparecía en primer término.
La fotografía que encabeza este texto fue tomada por William Anders en una de las órbitas anteriores. Resulta interesante conocer los detalles técnicos y la improvisación con que la foto fue tomada. Sin ninguna duda fue determinante para el nacimiento de la conciencia medioambiental que se ha desarrollado desde entonces. Podemos decir sin temor a equivocarnos que, aunque los astronautas no fueran conscientes de ello en aquel momento, le entregaron a la humanidad un sustancial regalo de Navidad: una fotografía única de nuestro planeta conocida desde entonces como Earthrise.
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