domingo, 11 de enero de 2015

La desigualdad insoportable


“Deberíamos tener un Parlamento de la Eurozona en el que cada país tuviera representación en función de su población, que se ponga de acuerdo sobre el ritmo de ajuste y la estrategia de crecimiento. Si tuviéramos esa forma de decidir, habríamos tenido menos austeridad, más crecimiento y menos paro. En España y Francia se contentan con culpar a Alemania sin hacer propuestas, es desesperante. Alemania no es perfecta, pero todos somos responsables.” No son mis palabras pero coincido fundamentalmente con las ideas en ellas contenidas. Estas afirmaciones están tomadas de la entrevista, publicada recientemente en “El Mundo”, con el economista de moda: Thomas Piketty,  director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) y profesor asociado de la Escuela de Economía de París.

En la actual situación, en la que la crisis económica tiene la mayor relevancia entre los problemas a los que nos enfrentamos, las ideas de este economista francés, contrarias a las de las clases políticas y económicas dominantes, han resonado con fuerza en un mundo ansioso por encontrar soluciones a los graves problemas a los que nos enfrentamos. No es el primero, ni el único que ha seguido este camino. Lo diferencial de Piketti no son sus ideas sino los importantes argumentos y datos que las sustentan.  

Todo empezó en febrero de 2014 con la publicación de su libro  “Capital au XXIe Siècle”, considerado por algunos expertos como el mejor texto sobre economía de las últimas décadas. Su éxito fue inmediato situándose en las primeras posiciones de los libros más vendidos del New York Times, probablemente por aportar ideas nuevas y frescas sobre las causas y posibles soluciones de los problemas que nos aquejan. Pero no solo llamó la atención de los que sufren y critican el tratamiento que dan nuestros gobernantes a la crisis económica. También a los defensores de la “ortodoxia” del capitalismo. Porque la tesis de Piketty es conservacionista. Pretende dar sostenibilidad al capitalismo como sistema de futuro. Y para ello señala una amenaza fundamental: la desigualdad, fruto precisamente de las prácticas capitalistas que han desembocado en la situación actual.

El libro incluye un muy detallado análisis de sobre la distribución de los ingresos y la riqueza en el mundo. No solo en la actualidad sino cómo ha evolucionado desde el siglo XVIII y hasta nuestros días. Piketti ha construido una completa base de datos económicos de una veintena de países que abarcan centenares de años. Partiendo de ella hace un minucioso estudio estadístico sobre las distintas etapas históricas para llegar a identificar patrones en el proceso de acumulación del patrimonio en las principales economías. Según estos datos, durante los siglos XVIII y XIX, las sociedades de los países occidentales cayeron en  profundas desigualdades, con rígidas estructuras de clase. Aunque la revolución industrial supuso una  elevación gradual los salarios, en el siglo XX, la sucesión de acontecimientos históricos (guerras, revueltas, recesión, inflación…) tuvo como consecuencia la aparición del “estado de bienestar” que, aparentemente, ahora parece insostenible, pero que forma parte del contrato social que hicieron aceptables las ventajas dadas al capital.

Las series históricas de Piketty demuestran que el retorno que obtiene el capital está aumenta con aceleración mayor que el crecimiento del sistema económico en el que opera. De esta forma la brecha de la desigualdad aumenta aceleradamente. Si esta tenencia permanece llegará a ser insostenible tanto económica como políticamente, lo que provocaría el colapso del sistema. Martin Wolf, principal columnista económico del Financial Times, al comentar el libro, concluye que “una sociedad menos desigual sería una bendición, no una amenaza, para el crecimiento…”. También se encuentran ideas semejantes en un documento para el debate, publicado por el departamento de investigación del Fondo Monetario Internacional, titulado "Redistribution, Inequality, and Growth". Sus autores, Jonathan D. Ostry, Andrew Berg y Charalambos G. Tsangarides llegan, entre otras conclusiones, a que “una menor desigualdad neta se correlaciona fuertemente con un crecimiento más rápido y más duradero”

Como ya ha sido mencionado anteriormente, el impacto y las repercusiones de la obra de Piketti han sido notables. La llamada de atención sobre las consecuencias de las desigualdades sociales para la sostenibilidad del sistema político y económico ha tenido amplio eco entre los expertos, tanto económicos como políticos, pero también a nivel periodístico y de la opinión pública en general. También han sido muy debatidas las propuestas para establecer algún tipo de políticas fiscales, con alcance global,  que contribuyan a reducir la disparidad de carga fiscal que se aplica a los ingresos, la riqueza acumulada y a la herencia. Forman parte de las herramientas que se ofrecen a los gobiernos y a los poderes fácticos  para combatir de manera eficaz la amenaza generada por la insoportable desigualdad social.

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