La Fundación MAPFRE presenta en la madrileña Sala Recoletos
la muestra Berenice Abbott. Retratos de la modernidad, que propone un
exhaustivo recorrido por la trayectoria de esta fotógrafa estadounidense. Su corpus
de trabajo es uno de los más cautivadores de la fotografía norteamericana de la
primera mitad del siglo XX, y actúa de puente entre los círculos culturales de
vanguardia de París y de Nueva York de los años 1920 y 1930.
Producida por Fundación MAPFRE y comisariada por Estrella de Diego, catedrática de Arte Contemporáneo en la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, es la mayor retrospectiva de Berenice Abbott que se organiza en España, con fondos de época procedentes de algunas de las más importantes colecciones estadounidenses: The New York Public Library (Nueva York), el George Eastman Museum (Rochester, Nueva York), la Howard Greenberg Gallery (Nueva York), el International Center of Photography (Nueva York), el MIT Museum (Cambridge, Massachusetts) y el Museum of the City of New York (Nueva York).
Tras su paso por Madrid, la exposición se podrá ver en el museo Huis Marseille de Ámsterdam (de septiembre a diciembre de 2019) y en el Die Photographische Sammlung/SK Stiftung Kultur de Colonia (de marzo a julio de 2020).
Rockefeller Center, ca. 1932. © Getty Images/Berenice Abbott |
La idea de modernidad invade todo el trabajo de Berenice
Abbott, desde sus retratos de los artistas e intelectuales más vanguardistas
del momento y sus asombrosas vistas de la ciudad de Nueva York –que integran su
proyecto Changing New York–, hasta sus fotografías de tema científico en las
que retrata los resultados de diversos fenómenos y experimentos. Es también un
reflejo de la modernidad de la propia Abbott, de su carácter vanguardista y de
su gran habilidad para identificar y retratar los cambios de su entorno. En
conjunto, sus fotografías constituyen un excepcional retrato de la modernidad
del nuevo siglo, idea sobre la que se asienta la presente exposición.
West Street, 1932. © Getty Images/Berenice Abbott |
Además, abordar una muestra de Abbott en el año 2019 exige
revisar la noción misma de «documento», de «fotografía artística» y de
«autobiografía». Y es que, aunque la intención de la fotógrafa de huir de los
supuestos artificios del arte es palpable en sus imágenes, el resultado visual
es tan rico y diverso que dificulta categorizarlas bajo el adjetivo documental,
e incluso obliga a enfrentar la imposibilidad última de una «fotografía
documental» sin fisuras.
Su figura es, por otra parte, esencial en la valorización de
la obra de Eugène Atget. Cuando los dos se conocen en París hacia mediados de
la década de 1920, Abbott queda impresionada por su obra; las cualidades que
–como pocos– es capaz de percibir en ella le inspiran desde el principio un
profundo respeto por el fotógrafo francés y le proporcionan, además, un
importante referente en el que volcar sus aspiraciones como fotógrafa: una
fotografía que, pese a querer mantenerse al margen de las pretensiones
artísticas, es mucho más que documento.
Tras la muerte de Atget en 1927, Abbott compra todo su
archivo personal. Durante varias décadas se dedicará a promocionarlo con devoción
y éxito y a alentar el coleccionismo de su obra en los Estados Unidos,
convirtiéndose en figura clave para la fortuna crítica e historiográfica del
legado del fotógrafo.
Autorretrato, distorsión, h. 1930, © Getty Images/Berenice Abbott. |
Berenice Abbott (Springfield, Ohio, 1898‐Monson, Maine,
1991) comienza sus estudios universitarios en 1917 en la Ohio State University
con la intención de convertirse en periodista. Solo permanece allí unos meses
porque en 1918 se traslada a Nueva York y se instala en el Greenwich Village,
estimulante centro de encuentro de artistas e intelectuales que le facilita su
primer contacto con creadores como Marcel Duchamp.
Se inicia entonces en la práctica de la escultura y apenas
tres años después viaja a Europa y se instala en París, donde empieza a
trabajar como ayudante en el estudio de Man Ray y descubre su verdadera
vocación: la fotografía. También, a través de Man Ray conoce a Eugène Atget. En
1926 se establece como fotógrafa independiente y sus retratos, de los artistas
e intelectuales más vanguardistas del momento, adquieren pronto un gran
renombre.
A su regreso a Nueva York en 1929 se embarca en la
producción de su mayor corpus de trabajo: la documentación fotográfica del
crecimiento de esta ciudad, hasta cierto punto inspirada en el ejemplo del
París de Atget (aunque lejos de poder considerarse una mera transcripción de la
obra de este).
Desarrolla este proyecto de forma independiente hasta que,
en 1935, logra financiarlo con la ayuda del programa Federal Art Project, que
le proporciona un contrato para trabajar a tiempo completo para la serie. Estas
imágenes son publicadas en 1939 con el título Changing New York, logrando un
gran éxito de crítica y ventas. Un año antes, en 1934, comienza a dar clases en
la New School for Social Research, donde se mantendrá como docente hasta 1958.
Vista aérea de Nueva York de noche, 20 de marzo de 1936. © Getty Images/Berenice Abbott |
Es a finales de la década de 1950 cuando inicia otro de sus
grandes proyectos: la documentación fotográfica de fenómenos científicos, en
colaboración con el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Muchas de
estas imágenes son profusamente utilizadas durante los años 1960 para la
ilustración de libros de texto de Física.
En 1959 la asociación Professional Photographers of America
la sitúa entre las diez primeras mujeres fotógrafas de su país. A principios de
la década de 1960, aquejada de dificultades respiratorias, instala un nuevo estudio
en una antigua casa de postas en el estado de Maine, en la que se asentará definitivamente
en 1969.
Su obra es objeto de una exposición retrospectiva en 1970 en
The Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York y en 1983 se convierte en la
primera fotógrafa admitida en la American Academy of Arts and Letters. En 1988
el gobierno francés la nombra Officier des Arts et Lettres y también recibe el
premio Master of Photography, concedido por el International Center of
Photography de Nueva York.
La presente exposición recorre la trayectoria de Berenice Abbott a través de casi doscientas fotografías de época agrupadas en tres secciones temáticas. Ofrece también una pequeña muestra de la obra de Eugène Atget, con once de sus fotografías, positivadas por la propia Abbott en 1956. Además, incluye la proyección del documental Berenice Abbott: A View of the 20th Century (1992), producido por Kay Weaver y Martha Wheelock, del que se ofrecen varios pases diarios en versión original subtitulada. Filmado con una Berenice Abbott de más de 90 años, el documental nos conduce por una verdadera visita guiada a través del siglo XX a partir de la trayectoria artística y humana de la fotógrafa.
RETRATOS
Eugène Atget, 1927.© Getty Images/Berenice Abbott. |
La primera sección de la muestra está integrada por algunos
de sus retratos a los personajes más rompedores de la época. Bajo su aspecto
cuidado y formal se esconde algo más que una excelente fotógrafa: todos ellos
dejan entrever que Berenice Abbott está construyendo un archivo, está documentando
cierta tipología de lo moderno. Principalmente retrata el proyecto de vida de
un grupo del que ella forma parte: el de las «nuevas mujeres», dispuestas a
vivir al margen de las convenciones para salvaguardar su libertad. También los
hombres muestran en sus retratos una masculinidad menos monolítica de lo
acostumbrado.
Así, aunque con estos retratos Abbott busque plantear estas
ciertas «tipologías», estamos ante una serie de obras de matiz claramente
autobiográfico, pues la propia fotógrafa forma parte del grupo que retrata. Asistimos
ya, desde el inicio de su carrera fotográfica, a esa dualidad en la que sus
obras son a un tiempo documentales, en tanto que propuestas «tipológicas» de
archivo, y a la vez bellas muestras de un proyecto artístico e incluso
autobiográfico.
CIUDADES
La segunda sección de la muestra recoge el deslumbrante,
espectacular retrato que Berenice Abbott hace de Nueva York durante la década
de 1930. Indudablemente, el ojo moderno de Abbott ha sabido percibir las
posibilidades infinitas que ofrece esta ciudad para plasmar esa modernidad
única de la que aún hoy es emblema. Ante su objetivo, Nueva York se convierte
en un ser vivo, en un extraordinario personaje que se descubre ante sus
visitantes en sus impactantes rascacielos, en el bullicio de sus calles
abarrotadas, en la diversidad de lo que ofrecen sus escaparates.
Panadería, Bleecker Street 259, Manhattan, 1937. © Getty Images/Berenice Abbott. |
Nos acerca también a algunos de sus barrios más marginales y
a la realidad de personas sin techo, lo que de nuevo debe observarse como
síntoma de la modernidad de una mujer que no vacila en acercarse a esta otra
realidad. Por todo ello, esta serie resulta la más notable de su producción.
Es, además, testimonio de algunos lugares hoy desaparecidos, así como de la
construcción de otros tradicionalmente emblemáticos.
Teniendo en cuenta la fascinación de Abbott por Eugène Atget
y el apoyo desinteresado que siempre dedicó a la difusión de la obra de este
fotógrafo, once imágenes de él completan la presente sección en diálogo con las
de la estadounidense.
CIENCIA
La tercera y última parte de la exposición concentra sus fotografías
de experimentos y fenómenos científicos, en las que empieza a trabajar a
finales de los años 1950 formando parte del Physical Science Study Committee
(PSSC) del Massachusetts Institute of Technology (MIT). Los archivos de esta
prestigiosa institución custodian buena parte de estas imágenes de Berenice
Abbott, y de ellos proceden las veintiocho piezas de tema científico presentes
en esta muestra, préstamo del MIT Museum. Dieciséis de ellas se exponen del mismo
modo en que la propia Abbott las preparó originalmente para su exposición:
montadas sobre un soporte de masonita sin protección delantera.
Pelota rebotando en arcos decrecientes. © Getty Images/Berenice Abbott |
Ante ellas asistimos una vez más a esa dualidad que recorre
toda su obra: son fotografías que documentan fenómenos físicos (que, de hecho,
se utilizaron para ilustrar libros de texto), pero muestran al mismo tiempo la
exquisita imaginación y creatividad de Abbott. En cada una de ellas ofrece
soluciones inesperadas para esa tarea de «documentar» –manejando con increíble
sagacidad un juego de luces ambiguo y poderoso– que, de algún modo, nos traslada
a sus antiguas imágenes de Nueva York. De nuevo, la pura transformación ha sido
identificada por el ojo moderno de Berenice Abbott y capturada por su cámara
generando unas imágenes prodigiosas.
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