Esto de los blogs es
una gran cosa. Porque permite que todo el mundo haga públicas sus ideas, sus
creaciones literarias o lo que sea. Al hilo de la reciente celebración de la
muy querida fiesta de los Reyes Magos me he encontrado por casualidad con este
texto, crítico e irónico, sobre este hecho:
Todo
empezó allá por el reinado del romano César Augusto y todo sucedió en uno de
sus pequeños protectorados llamado Reino de Judea. Sucedió por aquellas fechas
un hecho inaudito: el nacimiento del
hijo de Dios. Tan fausto acontecimiento pasó desapercibido para Augusto y hasta
para Herodes, el rey de aquella tribu, pero no para cuatro periodistas
(entonces se llamaban evangelistas). Cada periodista busco sus fuentes y
escribió su artículo (evangelio en griego) como mejor Dios le dio a entender.
Al pié de la letra.
Hete
aquí que dos de ellos (los llamaremos Marcos y Juan) consideraron irrelevante
contar lo del nacimiento y la niñez de protagonista y lo pasaron por alto. Los
otros dos, llamémosles Mateo y Lucas, sí se interesaron por tan trascendente
momento y se dieron a ello.
Sí
se enteró Mateo que unos magos-brujos de un país del este de Judea habían visto
la estrella de David en el cielo y decidieron seguirla ya que los muy astutos
dijeron: Dáte, ha nacido el rey de los judíos. Vamos a saludarle. Como las estrellas
no se ven de día, debieron caminar sólo de noche y la estrella ir a su paso. Al
llegar a Jerusalén la estrella se paró del todo. Los astrónomos fueron a
preguntar a palacio ya que buscaban a un príncipe nacido. Herodes preguntó a su
señora si había dado a luz esa noche y no.
Vuelta
a poner en marcha la estrella y a Belén. La estrella se para encima del
domicilio de José y María, que se quedan de piedra porque nadie les había
avisado de la visita. El niño Jesús ya tenía dos años y estaba en el patio
jugando con las gallinas. Los brujos se disculpan por la tardanza pero es que
vivían a trasmano y dos años de ida y dos años de vuelta casi que no les
compensaba.
El
cabreo de Herodes fue supremo ya que el rey era él, así que se fue para Belén y
mandó matar a todos los niños de hasta 2 años. Lástima que Marcos no sabía que
el rey Herodes había muerto 6 años antes y por lo tanto ni vio a los brujos ni
mató a ningún niño en Belén.
Para
Lucas, José tiene la carpintería en Nazaret, a 150 km al norte de Jerusalén, y
para hacerle ir a Belén (al lado de Jerusalén) para que nazca allí Jesús, se
inventa un censo de Augusto que nunca existió (y los romanos lo escribían
todo). Y ello para cumplir con una profecía de un profeta de segunda división
que había pronosticado que el rey de los judíos nacería en Belén de la familia
de David.
Lucas
hace viajar 150 km a María de nueve meses a un pueblo dónde nunca ha estado y
ni tener familia alguna. ¿Es que nadie del pueblo era de la casa de David y por
lo tanto pariente lejano de José? Nadie. Al corral. En ambiente tan triste a
Lucas no se le ocurre lo de los magos y los regalos (eso es del otro
periodista) y sólo tiene a mano unos pastorcillos.
Al leer este “invento”
que se dedica a criticar otros supuestos inventos me he preguntado cuanto de
verdad histórica existe en la tradición que sobre los Reyes Magos ha llegado
hasta nosotros. He descubierto que uno de los mayores investigadores y
conocedores de este asunto es Franco Cardini. Se trata de un catedrático de
Historia Medieval en la Universidad de Florencia, que también ha sido profesor
en la Universidad de Bari y profesor visitante en numerosas instituciones
académicas de París, Göttingen, Viena, Madrid, Barcelona, Boston, Burlington,
Sao Paulo, Jerusalén y Damasco. Entre sus obras se encuentra un libro publicado
hace unos años titulado “Los Reyes Magos, historia y leyenda”.
Cardini explica que
la leyenda de los Reyes Magos de Oriente tiene profundas raíces en los mitos
antiguos de Oriente Medio, el sur de Asia y la Península Arábiga y se difundió
posteriormente a través de la cristiandad, recorriendo singulares caminos. La
principal fuente de información al respecto, el origen de todo, es el Evangelio
de San Mateo, que se limita a consignar que "unos magos que venían del
Oriente", sin especificar cuántos, se presentaron en Jerusalén conducidos
por una estrella. El término mago procede del griego, de "magoi", que
significa matemático, astrónomo y astrólogo. Es importante precisar que en
aquella época la Astrología y la Astronomía no estaban separadas, como sucede
hoy en día. Lo que queda claro en el texto de San Mateo es que se trataba de hábiles
observadores del cielo. A partir de todo ello, los historiadores consideran
que, con el término "mago", Mateo se refería a astrólogos o
sacerdotes persas que profesaban el mazdeísmo, religión basada en las enseñanzas del profeta y
reformador iraní Zoroastro (Zaratustra), que reconocen como divinidad a Ahura
Mazda, considerado por Zoroastro como el único creador de todo. Esta hipótesis estaría
apoyada en el hecho de que los sacerdotes persas del siglo V y VI a. C., ofrecían a su
dios (Ahura-Mazda) oro, incienso y mirra, al igual que en el caso de los Reyes
Magos.
La imagen que en la
actualidad se tiene de los Reyes Magos se iría perfilando con adiciones
posteriores. El ascenso de los magos a la categoría de reyes no aparece hasta
el siglo II. Será Tertuliano quien afirme que los sacerdotes astrónomos pueden
ser también identificados como reyes de sus países. Para ello se apoya en el
Salmo 72, 10 que dice “Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes;
los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones.”
San Mateo tampoco
especifica cuántos fueron los magos adoradores de Jesús. De hecho hay
evangelios apócrifos que refieren a cuatro, doce, cuarenta o incluso más magos.
La primera referencia al hecho de que los Reyes sean tres la ha encontrado
Cardini en las catacumbas de Priscilla, en Roma. En esta necrópolis
paleocristiana, excavada a partir del II a. C. aparecen las representaciones de
tres figuras que desfilan ante la Virgen y el Niño Jesús. En
el siglo tercero, el teólogo Orígenes (185-253) indicó que los Reyes Magos eran
tres, debido a que fueron tres los regalos que se nombran en el evangelio de
San Mateo: oro, incienso y mirra.
Fue San Agustín quien
determinó que los monarcas habían llegado hasta Belén montados en dromedarios.
Esta precisión se hizo para salvar una incongruencia temporal en la narración
de los hechos. De acuerdo a lo que narra la tradición cristiana occidental, la
estrella apareció en el cielo en el momento en que Jesús nació, el 25 de diciembre, y
los reyes llegaron desde Asia a Belén en 13 días, lo que es difícil de creer
para la época. Ante ello, San Agustín dedujo que los tres viajeros debieron
montar en dromedarios. Hay que recordar que San Agustín era africano y sabía
que eran más veloces que los camellos.
Otro elemento
interesante es la localización de la tumba de los Reyes Magos. En el año 300 de
nuestra era Santa Elena, madre del emperador Constantino, se dedicó a rescatar
reliquias religiosas. Aunque no se sabe cómo, en Saba localizó los cadáveres de
los Reyes Magos y ordenó su traslado a Constantinopla, donde permanecieron
durante tres siglos en una capilla ortodoxa. Después, las reliquias fueron trasladadas a
Milán para dar prestigio a dicha ciudad. Federico Barbarroja, a mediados del
siglo XII, saqueó el norte de Italia y la ciudad de Milán, y se llevó consigo
las reliquias y se las regaló a la ciudad de Colonia.
La leyenda de los
tres magos atravesó el periodo difícilmente escrutable históricamente de la
Alta Edad Media, en medio de las reflexiones de los sabios de entonces que más
huella han dejado en la posteridad, como Beda el Venerable o Isidoro de Sevilla
y acabaron convirtiéndose en una tradición teológica e iconográfica occidental.
Son un símbolo de todos los paganos que
se convierten al cristianismo sin pasar por la tradición judía, de tal suerte
que los tres magos son los representantes de todos los pueblos de la Tierra y
cada uno de ellos se transforma en rey de uno de los tres continentes conocidos
y en encarnación de las razas humanas. Las diferentes caracterizaciones de los
reyes son de aparición tardía. En un principio, las tres figuras presentaban
rasgos similares y resulta difícil determinar el momento exacto en que se
diferencian. Es a partir del siglo XII cuando aparece habitualmente la figura de
un mago negro.
En 1306 el pintor
florentino Giotto di Bondone incorpora al imaginario la estrella fugaz que guió
a los inmortales viajeros. Es él quien, según explica Cardini, introducirá la
imagen de la conocida estrella de Belén como una estrella fugaz. En realidad,
lo que dibujó el artista italiano fue el cometa Halley, que aquel año fue visto
en el cielo de Europa, causando una honda impresión que quedó patente en los
escritos de todos los cronistas. Giotto, mientras la mayoría de sus
contemporáneos interpretaron la aparición del astro como un mal augurio,
decidió invertir la superstición e introdujo la estrella como signo de noticia
jubilosa en su cuadro “La adoración de los Reyes Magos”.
Finalmente, en mi búsqueda
de datos he encontrado un estupendo documental sobre este tema. Se trata de "El
Misterio Melchor, Gaspar y Baltasar" dirigido por Stéphane Bégoin. Esta
película documental, con su propio sitio web asociado, aborda la realidad y la leyenda de los Reyes
Magos, respetando el misterio y proponiendo, a la vez, un atractivo juego
visual y una mirada contemporánea. Para ello propone una investigación y un
viaje, siguiendo el de los propios Magos (y entrevistándonos con los sabios de
hoy: historiadores, astrónomos, teólogos, expertos), pero también a través de
la Historia del Arte. Siete cuadros de la pintura clásica han sido creados con
actores, decorados, vestuario y luces, para introducirnos virtualmente en
ellos, descubrir sus secretos y desvelar, en la medida de lo posible, su
misterio.
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