domingo, 24 de febrero de 2013

Van Dyck en el Prado

Van Dyck. Autorretrato h. 1615
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El Museo del Prado posee una amplia colección de obras de Van Dyck pero solo aporta a esta exhibición una mínima parte de los cuadros que la componen. La inmensa mayoría pertenecen a Museos y colecciones de otros países. La exposición se concentra en las obras de juventud del genio de Amberes. Es la primera que se celebra en España dedicada monográficamente a Van Dyck y constituye una de las mayores retrospectivas  dedicadas a este artista. En total consta de noventa y dos piezas realizadas entre 1615, cuando el artista contaba solo con 16 años, y octubre de 1621.  A pesar de su juventud ya demuestra condiciones de artista en su etapa de madurez. "Aquí tenemos 50 cuadros y 42 dibujos. Y lo que vemos es algo sorprendente. Porque es un pintor que, aún siendo muy joven, tiene mano de maestro", afirma en una entrevista el comisario de la exposición, Alejandro Vergara, que además es el jefe de conservación de pintura flamenca del Prado. Aunque sólo se hubieran conservado las obras de juventud de Anton Van Dyck, en torno a las que gira esta muestra, ya se consideraría uno de los grandes artistas del siglo XVII.

Van Dyck nació en Amberes en 1599.  En 1609 inició su aprendizaje con Hendrick van Balen, uno de los pintores más destacados de su ciudad. De allí pasó probablemente al taller de Rubens, aunque no sabemos exactamente en qué fecha. En 1618 se inscribió como maestro en el gremio de pintores de la ciudad. Hasta eso momento cultivó estilos distintos y aparece un tanto vacilante. Alejandro Vergara lo explica asi: "Van Dyck tiene mano magistral, pero sigue teniendo problemas y mentalidad de un hombre joven. Titubea, experimenta, se acerca a su profesor, nada menos que su paisano Rubens, para hacer carrera, pero quiere mostrarse a sí mismo con su personalidad, que es muy fuerte. Esa combinación de mano adulta y mentalidad joven es muy peculiar, y es de eso de lo que trata la exposición".

Van Dyck. La Coronación de espinas

Van Dyck colaboró con Rubens desde al menos 1617 hasta 1621. Con el tiempo acabó por destacar sobre los demás ayudantes. En marzo de 1621 Rubens firmó un contrato en el que se estipulaba que diversas obras debían ser realizadas por él mismo y por ‘Van Dyck junto con otros discípulos’. A ninguno de esos otros discípulos se le menciona por su nombre. Van Dyck simultaneó su colaboración en el taller de Rubens con su trabajo independiente. En los cuadros que pintó en su propio taller, la influencia del maestro se combina con un lenguaje muy personal, visible en el gusto por las texturas y en unos tipos físicos toscos y nada idealizados. En la exposición pueden verse varios cuadros en los que se aprecia esa original combinación de elementos propios y ajenos. Son obras de una energía y una madurez sorprendentes para un artista de menos de 22 años. Rubens preparó de tal modo a Van Dyck que llegó un momento en el que el alumno era capaz de imitar a la perfección el estilo del maestro. Realizó dibujos que Rubens utilizaba como modelos en sus cuadros y, a la inversa, otros basados en ellos para que pudieran ser grabados. La buena relación que le unía con su mentor se refleja en que éste le permitiera emplear dibujos y modelos suyos, como hizo por ejemplo en la Coronación de espinas. 

Van Dyck. Retrato de Isabella Brant, esposa de Rubens
En octubre de 1621 Van Dyck abandona Amberes y se dirige a Italia donde residirá durante siete años. Poco antes pintó un retrato de la esposa de Rubens  que le regaló a su maestro. En este y otros retratos realizados en su último año en Amberes se aprecia un estilo muy personal, definido por la fluidez y estilización de las formas y la elegancia de las posturas. Esas características se irían afianzando en el arte de Van Dyck, hasta convertirle en uno de los retratistas más influyentes de la historia del arte europeo. Llama la atención que un artista cuyo estilo se había acercado tanto a Rubens llegase a pintar de forma tan personal. Ello es consecuencia de su afán por encontrar un estilo original y forjarse una carrera independiente. Para entender bien esta evolución, Alejandro Vergara nos invita a comparar los primeros retratos de la exposición con los que cierran la muestra. Los segundos se olvidan de la rigidez e incluyen paisajes a través de ventanas o grandes cortinajes que acompañan y dan más fuerza al protagonista de la imagen.  "Es muy interesante cómo el Van Dyck del principio de la exposición está muy vinculado al pasado, y el del final, aunque sólo han pasado tres o cuatro años, anuncia el futuro".

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