Volar se ha convertido en algo cotidiano. La aparición de las compañías aéreas de bajo coste ha puesto al alcance de la mayoría la posibilidad de situarse en pocas horas en ciudades hasta ahora inaccesibles para buena parte de la población. Como consecuencia de ello el número de vuelos se ha incrementado de forma espectacular saturando las infraestructuras aeroportuarias y los sistemas de control de tráfico aéreo.
Al estar los recursos aprovechados casi al límite, cualquier incidencia tiene consecuencias desastrosas para el buen funcionamiento del sistema. El pasado día 12 de diciembre tuvimos una buena prueba de ello cuando un problema informático en el centro de control del tráfico aéreo de Swanwick, en Hampshire, al sur de Inglaterra, provocó el cierre, durante una hora, del espacio aéreo londinense. Los vuelos con destino a la capital británica tuvieron que ser desviados a otros aeropuertos y muchos aviones, que estaban listos para despegar de los varios aeropuertos de Londres, fueron retenidos en tierra. Esto provocó un efecto dominó sobre el resto de los aeropuertos británicos causando más retrasos y cancelaciones creando una situación caótica que las autoridades calificaron de inaceptable. En esta noticia de la BBC hay una buena descripción de lo ocurrido con análisis detallados.
Sin embargo, por curiosa coincidencia, hace unas semanas el NATS (National Air Traffic Services) difundió un vídeo mostrando visualmente la cantidad y complejidad del tráfico aéreo sobre las islas Británicas. En el espacio aéreo del Reino Unido operan unos 6.000 vuelos todos los días. En el vídeo las 24 horas del día se han comprimido en menos de tres minutos. Creo que así se puede obtener una magnifica imagen de lo que el transporte aéreo supone en nuestros días y entender fácilmente el caos que puede provocar su interrupción aunque solo sea durante una hora.
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