Giovanni Boldini. Cléo de Mérode, 1901. Colección particular |
La Fundación Mapfre presenta, en sus salas del Paseo de
Recoletos de Madrid, por primera vez en España la obra del pintor Giovanni Boldini (Ferrara 1842 - París 1931). Fue el más importante y prolífico de los
artistas italianos que vivieron en París en la segunda mitad del siglo XIX. Para
acompañar los cuadros de Boldini se han reunido también piezas de algunos de
los pintores españoles que se encontraban en la capital francesa en el mismo
período y que mantienen a través de su obra, un diálogo con la del ferrarés. La
influencia de Mariano Fortuny y las escenas de carácter dieciochesco sobre el
trabajo del italiano son una clara conexión, pero no la única: El gusto por la
pintura de género con escenas amables y anecdóticas, el interés por el discurrir
de la ciudad moderna, el disfrute del paisaje y, sobre todo, las ideas
compartidas sobre la renovación del género del retrato son aspectos que hacen
que las pinturas de uno y otros caminen de la mano en el ámbito del comienzo
del siglo XX.
Giovanni Boldini. Autoritratto, 1892. Gallerie degli Uffizi |
Todos ellos reflejaron, a través de su obra y su modo de
vida, una imagen de sí mismos que se aleja de la del pintor bohemio. Integrados
en la sociedad parisina cosmopolita de su tiempo, trabajaron para los grandes
marchantes de arte de la época como Adolphe Goupil, el francés que se encargó,
entre 1827 y 1920, de transformar el poder de la imagen durante este fin de
siglo a través de la venta de cuadros en pequeño y medio formato con escenas
amables, a menudo pintorescas, que hacen las delicias de la burguesía, la nueva
clase en alza. Además, las obras de estos artistas formaron parte de algunas de
las colecciones más importantes a nivel internacional, como fue el caso de la
del norteamericano William Hood Stewart, quien, tras su muerte, contaba en su
inventario con piezas de pintores como Meissonier, Gèrome o Corot junto a otras
de Mariano Fortuny, Raimundo de Madrazo, Martín Rico, Eduardo Zamacois, Román
Ribera o Giovanni Boldini, entre muchas otras.
Eduardo Zamacois. La visita inoportuna, c. 1868. Museo de Bellas Artes de Bilbao |
Giovanni Baldini. Pareja en traje español con papagayos, 1873. Colección Banca Carige |
La muestra se articula en seis secciones, descritas a
continuación.
BOLDINI EN FLORENCIA: LA INVENCIÓN DEL RETRATO MACCHIAIOLO
(1864-1870)
Giovanni Boldini. Mary Donegani, 1869. Istituto Matteucci, Viareggio |
Siguiendo la estela velazqueña, así como la de la
retratística holandesa de los siglos XVII y XVIII y con la pintura de Édouard
Manet presente, Boldini realiza el retrato de Esteban José Andrés de Saravalle
de Assereto, El general español, personaje muy próximo a Isabella Falconer, una
de las más conocidas protectoras del pintor ferrarés. También comienza a
apreciarse la influencia de Mariano Fortuny en obras como Paje jugando con un
lebrel, que recoge el preciosismo y el gusto decorativo de la pintura fortuniana,
a través de esta figura joven, de género ambiguo, que se cree puede ser el
retrato de Alaide, la hija adolescente de Banti.
LA PRIMERA MANERA FRANCESA DE BOLDINI (1871-1879)
Giovanni Boldini. Sulla pachina al Bois, 1872 Colección particular |
La artificiosa sencillez de las escenas de Boldini le lleva
también a abordar el cuadro de género de carácter exótico, tan popular en la
Francia de este período, donde «lo español» forma parte de ese exotismo, tal y
como se aprecia en Pareja en traje español con papagayos o en Indolencia. Por
otra parte, Place Clichy, una de las obras que adquiere el influyente
coleccionista William H. Stewart, muestra con abundancia de detalles la plaza
parisina, confiriendo a la obra una dimensión de «fresco» de la vida moderna.
En este sentido, se relaciona con Conversación en el café, donde dos señoras
elegantemente vestidas y captadas con tonalidades grises y negras —Berthe y la
condesa Gabrielle de Rasty— alejan ya al pintor de su primer período parisino y
anuncian los retratos por los que el artista ferrarés será más conocido en este
fin de siècle.
ECOS DE BOLDINI EN LA PINTURA ESPAÑOLA DE FIN DE SIGLO
Durante la segunda mitad del s. XIX, un número considerable
de artistas extranjeros se congregaron en París considerada entonces epicentro
cultural. Los pintores que, como Eduardo Zamacois, Raimundo de Madrazo o
Mariano Fortuny llegaban a la capital francesa, lo hacía con la intención de
completar su formación y participar de este laboratorio cultural en el que se
había convertido la ciudad. Pronto comenzaron a ser conocidos por sus pequeños
cuadros o tableautins que hacían las delicias de la burguesía. Proliferaron las
pinturas de carácter costumbrista, en las que predominan las escenas
ambientadas en los siglos XVII y XVIII —La elección de la modelo, de Fortuny-
así como las escenas de interior —Ensueño durante el baile, de Egusquiza—, las
de carácter popular y anecdótico —Eduardo Zamacois en Regreso al convento y
Bufón sentado-, o de divertimento, como Salida del baile de Máscaras de
Raimundo de Madrazo y La salida del baile, de Román Ribera.
Mariano Fortuny. Playa de Portici, 1874. Meadows Museum, SMU, Dallas |
BOLDINI, PINTOR DE LA VIDA MODERNA (1880-1890)
La perspicacia de Giovanni Boldini le permite introducir en
su obra los cambios de sensibilidad de la sociedad en la que vive, de tal modo
que a finales de los años 1870 se convierte en una de las figuras más
importantes de entre los denominados «retratistas mundanos». En este cambio de
ruta en su carrera, resulta determinante su relación con artistas más jóvenes
que él, como Paul César Helleu, John Singer Sargent o Jacques-Émile Blanche,
con quienes comparte una misma idea de renovación del género. No son menos
relevantes los contactos con artistas españoles que, como Joaquín Sorolla,
también se encuentran en la capital francesa.
Desde principios de los años 1880, Boldini retrata la ciudad
de París en todo su esplendor: plazas y calles de se suceden a las terrazas de
sus cafés y el tránsito de los carruajes, hasta llegar a la libertad de estilo
que demuestra en pinturas como Regreso del mercado. Con este mismo espíritu,
Boldini retrata figuras femeninas de medio cuerpo plenas de color, que
conforman una especie de galería de rostros y tipos de la sociedad parisiense.
Estos aspectos de su producción demuestran cómo se refuerzan sus vínculos
personales con la colonia española activa en París, en particular con Raimundo de Madrazo, cuyos retratos de Aline Masson son sorprendentemente afines a las
figuras que retrata el ferrarés; y también con Román Ribera, cuyas escenas
cotidianas se han atribuido en algunos casos, hasta época reciente, al propio
Boldini, dada su gran similitud estilística.
Raimundo de Madrazo. Retrato de Aline Masson, c. 1875. Museo del Prado |
LOS PINTORES ESPAÑOLES Y EL RETRATO: EL ESPÍRITU DE UNA
ÉPOCA
Joaquín Sorolla realizó desnudos, como Bacante en reposo,
durante su etapa como pensionado en Roma e influido por la libertad de artistas
como Mariano Fortuny. Este tipo de pinturas, que transmiten una sensualidad más
o menos explícita, se alejan de otras que el artista realizará años más tarde,
como es el caso de Desnudo de mujer, donde se hace evidente la corporeidad y la
intimidad de una mujer que, sin embargo, carece ya de adjetivación. El
espectador ha dejado de ser un voyeur, como sí lo es cuando contempla buena
parte de los desnudos de Boldini, pues ahora la figura femenina ya no es un
objeto de deseo, sino una compañera. Pero no solo cambia la forma de
representar el desnudo, también ha cambiado el género del retrato. La imagen de
las distintas clases sociales, y en concreto la de la clase burguesa dominante,
adquiere durante el fin de siglo gran popularidad. El retrato es un modo de afirmación
del retratado, que ahora, con esfuerzo, puede, si lo desea, ascender
socialmente y la ciudad y sus aledaños, es el ambiente en el que se mueve.
Ramón Casas. La parisiènne, c. 1900. Museo de Montserrat. Donación Josep Sala Ardiz |
BOLDINI, RETRATISTA DE LA BELLE ÉPOQUE (1890-1920)
Giovanni Boldini. James Abbott McNeill Whistler, 1897. Brooklyn Museum, Nueva York. Donación de A.Augustus Healy |
Análoga es la postura de Madame Veil-Picard, que aparece
sentada, con el codo colocado en el respaldo de una chaise longue y la cabeza apoyada
en la mano; la silueta, elegantemente vestida de seda negra y brillante que la envuelve
con sensualidad, contrasta con su «mirada de golondrina», que encuentra la complicidad
del observador. Las pinceladas de Boldini, cada vez más libres y dinámicas se
centran en los retratos, pero también en naturalezas muertas y en estudios de
manos femeninas, como en Pensamientos, o Los rincones del taller. En el llamado
Autorretrato [de Montorsoli], que Boldini donó a la Gallerie degli Uffizi en
1892, el pintor mejora sus rasgos, no demasiado atractivos, y se muestra con
una fisionomía orgullosa, a la española, inspirada en Velázquez. En el cromatismo
del maestro español encuentra Boldini el sustento de un arte de carácter
elitista que lleva aparejada la evolución del pintor hasta el virtuosismo más
extremo.