En
muchas ocasiones la naturaleza nos sorprende de manera radical. Parece
increíble, por ejemplo la capacidad de adaptación de algunas formas de vida a
entornos en los que se dan condiciones extremas que, al menos en principio,
parecen incompatibles con las necesidades básicas de los seres vivos. Pensemos,
por ejemplo, en el desierto de Sahara. Se trata de un lugar en el que se
registran las temperaturas más altas del planeta. Allí, en verano, en mitad del
día, no es extraño superar los 60 grados
centígrados.
En estas
condiciones se desenvuelven sin mayores problemas las Cataglyphis fortis, unas
hormigas que se han adaptado
perfectamente a estas particulares y extrañas condiciones de vida. Es por ello
por lo que han sido objeto de estudio por los biólogos durante muchas décadas.
Se sabe que esas hormigas salen a buscar alimento al mediodía, a esa hora el calor
es abrasador y los bichos que no se
refugiaron a tiempo mueren. Las hormigas salen del hormiguero y corren en todas
las direcciones posibles para aumentar la probabilidad de encontrar alimento.
Una vez logran su objetivo, regresan a su origen de la forma más rápida
posible, o sea en línea recta, porque si
no regresan a los pocos minutos a un lugar más fresco también mueren.
Todo
lo ya dicho hasta ahora resulta sorprendente pero los resultados de otros
trabajos de investigación, publicados en la revista Science, son aun más
asombrosos. Harald Wolf, del departamento de Neurobiología de la Universidad
alemana de Ulm, junto con otros investigadores de de la Universidad suiza de Zurich, han logrado descubrir de qué manera las hormigas son capaces de calcular la posición de su hormiguero para
volver a él de la forma mas rápida.
Este
equipo de científicos llevó a cabo el siguiente experimento. Un grupo de esas
hormigas se sitúan en un tubo recto a
diez metros de distancia del alimento. Tras realizar el camino de ida a unas
cuantas se les recortan las patas, a otras se les instalan unos zancos
diminutos que alargan sus extremidades, y las hormigas de un tercer conjunto,
de control, no sufren alteración alguna. El resultado confirmó la capacidad de
“contar los pasos” de estas extraordinarias hormigas. Aquellas cuyas patas no
fueron manipuladas, recorrieron diez metros al regresar; aquellas cuyas patas
fueron acortadas se detuvieron tras recorrer aproximadamente seis metros.
Finalmente, las hormigas cuyas patas fueron alargadas, caminaron alrededor de
quince metros.
Los investigadores consideran que un cerebro tan
pequeño como el de las hormigas no es capaz de contar de la misma manera que lo
hacen los seres humanos. Piensan que deben haber desarrollado una especie de
podómetro biológico que funciona como una calculadora que puede memorizar el
número de pasos efectuados hasta llegar al alimento.
La descripción completa del experimento comentado
puede ser consultada en este enlace.
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