Cuando se estrenó El último tango en París, en España no había un sistema democrático de gobierno. Entre otras muchas cosas, la dictadura determinaba la censura previa de las películas que se proyectaban en salas comerciales. Eso significó que El último tango en París no se pudo exhibir en España al mismo tiempo que en los países europeos occidentales. El alto contenido erótico y los abundantes desnudos contenidos en la película causaron gran impacto en la sociedad de la época. Como eco de ello fueron muchos los españoles que viajaron a Francia con el solo propósito de ver la película. El ejemplo más repetido fueron los innumerables autobuses fletados al efecto que tenían su destino final a las puertas de los cines de Perpiñan que proyectaban la película.
Yo no fui a Perpiñan. Pero sí fui a ver la película cuando se proyectó en Madrid. Además en circunstancias un tanto especiales.
Estaba yo entonces haciendo el Servicio Militar en Cerro Muriano, en la Sierra de Córdoba. Nos dieron los típicos pases de fin de semana. Suponía la libertad desde el viernes por la tarde hasta la noche del domingo. Aquella vez me trasladé a Madrid en auto-stop. Por entonces el auto-stop no estaba prohibido y era muy usado por los que, como era mi caso, no tenían demasiado dinero. Tuve suerte, al poco tiempo de colocarme al borde de la carretera haciendo el famoso signo del pulgar un camión se paró a mi lado. Dió la casualidad de que viajaba directo a Madrid.
El camionero fue muy amable. Recordaba sus tiempos de la mili y pudimos intercambiar muchas anécdotas. Me dijo que solo aceptaba auto-estopistas que fueran reclutas porque eran de fiar. Poco a poco, a velocidad de camión, se fue haciendo el camino. Aún así a las 2 de la mañana todavía nos quedaban algo mas de 100 Km . para llegar a Madrid. Mi amigo el camionero sugirió que, puesto que nos daba igual llegar a las 4 que a las 8, paráramos a dormir unas horas porque estaba muy cansado. Me pareció buena idea. Era mas prudente para la conducción y yo no tenía que gastar dinero en taxi para llegar a casa y despertar a mi familia a horas intempestivas.
El camionero paró en un lugar seguro, donde había muchos mas camiones aparcados, y se acomodó en la litera de la parte trasera de la cabina. Yo me abrigué con la manta que me ofreció y me dispuse a dormir en el enorme asiento del copiloto. No era una posición incómoda pero, seguramente por la falta de costumbre, fui incapaz de pegar ojo durante las cuatro horas que estuvimos allí. Fue en esa vigilia cuando se me ocurrió que, al llegar a Madrid, llamaría a mis amigos de la Facultad y les propondría ir a ver la tarde del sábado la El último tango en Paris.
Así fue. Quedamos para ir a sacar las entradas y tomar una caña antes de comer. Es fácil adivinar que había bastante demanda por lo que la sesión de tarde estaba completa. Decidimos ir a la de noche que empezaba a las 22:30. Lo que ocurrió, aunque previsible, no dejó de sorprenderme. Me dormí durante la mayor parte de la película. A pesar de su alto contenido erótico, de los desnudos, de estar en un permiso corto de la mili que había que aprovechar al máximo, pudo más el cansancio provocado por las muchas horas sin dormir consecuencia de mi viaje en camión desde Córdoba.
Todos estos recuerdos me han venido a la memoria al conocer la noticia de la muerte de María Schneider el pasado 3 de febrero, a punto de cumplir los 59 años de edad, provocada por un cáncer. María Scheneider protagonizó, junto a Marlon Brando, El último tango en Paris allá por los años setenta del pasado siglo XX.
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