Una carta de
Esperanza Aguirre, dirigida a los profesores de la enseñanza pública de la
Comunidad de Madrid, ha sido objeto de múltiples comentarios en los últimos días.
Muchos de ellos se han centrado en los errores ortográficos contenidos en la
misma. Algunos de los profesores destinatarios de la misiva, se han dedicado,
como si se tratara de corregir un ejercicio, a marcar en rojo los errores y a
incluir sobre la carta los comentarios típicos de un profesor a su alumno para
ayudarle a mejorar. Ciertamente resulta una situación un tanto jocosa.
Independientemente de
que la Comunidad de Madrid ha indicado que la carta con errores no es la carta oficial, no creo que esté ahí el meollo de la cuestión. El que la Presidenta de
la Comunidad de Madrid, o las personas que redactan las cartas que ella firma,
comentan errores de ortografía no es lo importante. Lo realmente importante es
la sustancia, el contenido de la carta. Y el contenido indica que se pide a los
profesores mayor productividad. Se trata de incrementar el número de horas
lectivas semanales de 18 a 20 con el fin de reducir el número de profesores
interinos necesarios y, por lo tanto, reducir los costes de la enseñanza.
La respuesta no se ha
hecho esperar. Esto es lógico. Cada uno defiende sus intereses. Pero me temo,
que en las actuales circunstancias de austeridad y de recorte del gasto
público, los argumentos de los profesores, o de los sindicatos que los
representan, suenan a desactualizados. Los razonamientos de la intención de
favorecer a la enseñanza privada sobre la pública nada tienen que ver con esta
medida. Precisamente se podría argüir que de lo que se trata es de hacer mas
eficiente la enseñanza pública para que sea mas competitiva con la privada en
la que, sin entrar en mas detalles, el número de horas lectivas semanales es de
26.
Habrá movilizaciones,
huelgas, actos de protesta. Creo que, desgraciadamente, sin muchas
consecuencias. La administración autonómica tiene poco margen de maniobra. Las
exigencias de reducción del déficit público hacen que sea muy difícil, si no
imposible, no reducir el gasto, o la inversión, en todas las partidas. Al final
habrá que buscar una salida honrosa para todas las partes pero la situación
económica lo determina todo. Tocan vacas flacas y hay que apretarse el
cinturón. Eso si, todos. La clave esta es que el esfuerzo sea bien repartido.
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