domingo, 27 de mayo de 2012

La vanguardia aplicada



La inauguración de la sede de la Fundación March, allá por 1975, fue un acontecimiento de primer orden en Madrid. En un entorno bastante sombrío tanto en lo político como en lo cultural la aparición de un programa de actividades que incluía conferencias, exposiciones de arte y conciertos de música, todo ello con carácter gratuito, suponía un autentico manjar para los espíritus inquietos de los que entonces éramos jóvenes universitarios.

Desde entonces nunca he dejado de seguir las iniciativas de esta Fundación. He de reconocer que con mucha menos intensidad que durante los años 70 pero raro ha sido el curso en el que no me he pasado mas de una vez por Castelló 77. En los últimos meses me han interesado especialmente los conciertos de las mañanas de los sábados y los domingos. En este mes ha habido un ciclo muy interesante de las sinfonías de Brahms en versión de piano a cuatro manos. Las limitadas posibilidades que tenían los aficionados del siglo XIX de escuchar una obra sinfónica en vivo propiciaron todo tipo de arreglos, muchos de ellos realizados por los propios compositores. Brahms es emblemático en este sentido, ya que transcribió él mismo sus sinfonías para piano a cuatro manos.

El caso es que el pasado sábado, tras el concierto, dediqué un rato a disfrutar de la excelente exposición que ocupa las salas de la planta baja de la Fundación. He de reconocer que no me había documentado previamente por lo que la sorpresa fue aun mayor. Se titula  La Vanguardia Aplicada y reúne casi 700 obras, desde diseños originales y maquetas, bocetos preparatorios y fotomontajes, libros, revistas y carteles; hasta postales y piezas de formato minúsculo.

Hasta el siglo XVIII, puede decirse que todas las obras de arte fueron aplicadas a un determinado propósito. Las artes, en efecto, han sido históricamente “artes aplicadas” a las más diversas funciones religiosas, políticas y sociales, desde el culto y la celebración, la representación del poder, la religión o la riqueza hasta la decoración y el descanso. Sin embargo, hubo un momento en la historia en que el arte rompió con esta orientación  y se diseminó por todas las esferas de la vida diaria. Los artistas que protagonizaron ese periodo querían que sus obras se plasmasen en cada rincón de lo cotidiano.

Esto ocurrió entre finales del XIX y principios del XX con la parición de movimientos como la Secession vienesa o el “Arts and crafts” y, sobre todo, con as vanguardias históricas, desde el futurismo y la Bauhaus al neoplasticismo, pasando por el constructivismo. Ya no se trataba de utilizar el arte como ornamento o representación de la vida sino de usarlo como instrumento para transformarla y configurarla desde el ideal de lo nuevo. La Vanguardia quiso devolver el arte y su poder transformador al ámbito político y social, al mundo doméstico y al de la decoración y también a los textos del libro, la revista y el cartel, vehículos para la difusión de las ideas

Es fácil comprobar ahora, con la perspectiva temporal transcurrida desde entonces, los resultados de estos movimientos sobre nuestra sociedad actual. Recorriendo la exposición aparecen evidencias, que ahora nos resultan cotidianas, de la utilización del arte como motor de múltiples actividades como la publicidad de todo orden. Entre los artistas, autores de las obras presentes en la muestra, figuran nombres tan relevantes como Depero, Kokoschka, Marinetti, Lászlo Moholy-Nagy y Ródchenko.  


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