En más de una ocasión la teoría de la
evolución de Darwin ha sido objeto de comentarios en este blog. Lejos de mi
intención está el cuestionarla ni el discutirle a su autor la originalidad de
su aportación. Pero acabo de leer un artículo en el Washington Post,
relacionado con un tema, la lingüística,
no muy cercano a la biología, en el que se plantea una teoría
evolucionista muy semejante a la de Darwin.
Las raíces de la publicación
mencionada son incluso anteriores a Darwin. Se trata de un trabajo del jurista
británico sir William Jones, presentado en 1787 ante la Sociedad Asiática de
Bengala. Proponía que el sánscrito, el griego, el latín, el gótico, el persa y
el celta provenían de una lengua común de la que se habían originado por
divergencias sucesivas. Nació así lo que ahora conocemos como familia
lingüística indoeuropea, que seguramente hunde sus raíces en los primitivos
asentamientos neolíticos que inventaron la agricultura en Oriente Próximo hace
unos 10.000 años.
La lengua eurasiática, recién
propuesta por Mar Pagel, Quentin Atkinson y sus colegas de las universidades de
Reading (Reino Unido) y Auckland (Nueva Zelanda), sería aún más antigua, de hace unos 15.000
años, y extendería su abrazo a lenguas no indoeuropeas como el chino o el
vasco. Como ya se ha mencionado, la idea de un tronco lingüístico común no es
nueva. El problema para las
reconstrucciones de largo alcance es que las palabras cambian demasiado deprisa
como para dejar trazas de su origen común más allá de unos 5.000 años. La mayor
aportación del nuevo estudio, presentado en Proceedings of the Nacional Academyof Sciences, es haber mostrado que hay unos cuantos términos mucho muy
resistentes al cambio. Estas palabras ultraconservadas incluyen los numerales (los nombres de los
números) y otros ingredientes del ‘metabolismo central’ de la gramática del
tipo de yo, tú, aquí, como, no, madre, hombre.
Los lingüistas intentan reconstruir
el pasado del lenguaje humano y descubrir la forma en que una hipotética habla
ancestral fue ramificándose de manera incesante hasta producir la babel actual
de 5.000 idiomas irreconciliables. Se han hallado sólidas evidencias de que
todas las lenguas habladas actualmente en Europa y Asia, desde Lisboa a Pekín,
provienen de un lenguaje original hablado en el Mediterráneo hace unos 15.000
años, cuando la última glaciación empezó a remitir.
Los investigadores también han
conseguido unas reglas que les ayudarán a encontrar el conjunto de palabras
ultraconservadas más útiles en estudios futuros de otras lenguas. Como norma
general, las palabras que aparecen en el habla común con una frecuencia mayor
del uno por mil tienen entre 7 y diez veces más probabilidades que las demás de
perdurar intactas, o al menos reconocibles, durante 10.000 o 15.000 años.
“Nuestros resultados”, dicen Pagel y sus colegas, “indican una considerable
fidelidad de transmisión para algunas palabras, y ofrecen una justificación
teórica para investigar características del lenguaje que pueden preservarse por
grandes lapsos de tiempo y extensiones geográficas”.
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