No soy fumador. Nadie fuma en mi familia. Ni fumaba en casa de mis padres. Durante mi adolescencia la mayoría de mis compañeros y amigos fumaban. Entonces se consideraba un símbolo de madurez. Recuerdo frases como “Ya tengo 16 años. Mis padres ya me dejan fumar en su presencia”. Entonces no había ningún rechazo social hacia el vicio de fumar.
Ahora las cosas han cambiado. Se han demostrado los enormes perjuicios que para la salud supone fumar, tanto activa como pasivamente. A pesar de ello todavía hay muchos jóvenes que, posiblemente por los mismos motivos que en los años 70, caen en la dependencia de la nicotina. ¿De donde viene la costumbre, tan arraigada en el mundo durante muchos años, de fumar?
Acabo de releer un artículo de Francesca Prince, publicado en la revista Historia, titulado Tabaco: el nacimiento de una adicción. En él se indica que Colón anotó en su diario el relato de Rodrigo de Jerez, enviado por el almirante a explorar la isla de Cuba, donde vio “mujeres y hombres, con un tizón en las manos, hierbas para tomar sus sahumerios…” Rodrigo de Jerez fue posiblemente el primer fumador europeo. Al volver a España fue encarcelado por la Inquisición porque se consideraba que solo el diablo podía dar a aun hombre el poder de expulsar humo por la boca.
También hay menciones al tabaco en la Apologética historia de las Indias de fray Bartolomé de las Casas destacando su poder narcótico (“tomaban el aliento y humo para sí una y dos y tres y mas vezes hasta quedar sin sentido”) y curativo (“Se que algunos cristianos lo usan, en especial los tocados por el mal de las bubas [sífilis], porque dicen que mientras están transportados no sienten los dolores de su enfermedad”).
Los colonos españoles, en virtud de las pretendidas propiedades medicinales, incorporaron el fumar tabaco a sus costumbres. Tal hábito pronto llegó a toda Europa a través de España. Fueron los marineros los que después lo extendieron por todo el mundo. Su popularidad se basó sobre todo en las virtudes curativas.
Jean Nicot, embajador francés en Lisboa el 1560, introdujo la planta del tabaco en la corte de Catalina de Médicis. Curó con rapé (tabaco en polvo que se inhalaba por la nariz) las jaquecas de la reina que se hizo adicta a este remedio. Los cortesanos imitaron la reina, los nobles a los cortesanos y los burgueses a los nobles. La planta fue llamada Nicotiana tabacum en honor a Nicot. Este es el origen del término nicotina que designa el principio activo del tabaco, descubierto en el siglo XIX.
Desde entonces el consumo de tabaco, ya fuese en humo o en polvo, se extendió por todos los estados europeos. En algunos casos los gobiernos intervinieron para prohibirlo, pero la mayoría fueron permisivos debido a razones fundamentalmente económicas. Gravar un producto tal fuertemente implantado reportaba grandes ingresos a la hacienda pública.
Estos antecedentes son los causantes de la enorme extensión de la adicción a fumar. Las grandes compañías tabaqueras intentan mantener y extender el hábito por razones obvias. Por otra parte los poderes públicos son ahora conscientes de que, independientemente de los impuestos que el tabaco genera, los costes sociales y económicos que supone para los sistemas de salud son inasumibles. En cualquier caso parece seguro que la erradicación de este vicio llevará mucho más tiempo que el que necesitó para su extensión a partir del descubrimiento de América.
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