domingo, 29 de agosto de 2010

Los populares de Roma

Tengo por costumbre no hablar demasiado de política. No es que no me interese. Todo lo contrario. Pero, salvo que sepa muy bien el terreno que se pisa, prefiero no correr riesgos. La experiencia demuestra que es una tontería estropear una reunión familiar o entre amigos por una discusión sobre política que se desmanda.

Esta entrada, sin embargo, tiene un cierto matiz político. Viene a cuento porque acabo de leer un artículo en una revista de historia sobre la conjuración de Catilina. Pero, que nadie se asuste, no voy a entrar a detallar aquel acontecimiento histórico que supuso un auténtico golpe de estado en la Roma del siglo I antes de la era cristiana.

Lo que me ha instigado a este comentario es el paralelismo de posiciones políticas entre lo que en aquellos tiempos se llamaban “facciones” y hoy se llaman “partidos”.  Por una parte estaban los políticos conservadores, que representaban a la antigua aristocracia romana y defendían la preservación de las viejas costumbres y tradiciones. Por otra estaban los políticos jóvenes, en general no relacionados con la antigua nobleza, que eran favorables a los cambios y reformas.

Posiblemente no es una situación única de la antigua Roma. Esta oposición entre conservadores y progresistas seguramente ha existido siempre. No es difícil admitir que determinadas personas se sienten más cómodas en un entorno estable y poco cambiante. Y que otras, por el contrario consideran que es necesario cambiar para intentar conseguir mejoras.

Quizá lo mas divertido o sorprendente -al menos a mí me lo ha parecido- son las denominaciones de las dos facciones políticas que existían en Roma en tiempos de Catilina.  Los representantes de la nobleza, los conservadores, se llamaban a si mismos los optimates. Sin embargo, los progresistas, los jóvenes y ambiciosos renovadores se llamaban los populares.

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