martes, 12 de octubre de 2010

Derrochamos nuestro capital humano

Desde hace unas semanas El País esta publicando una serie de reportajes bajo el lema común “preparados”. Tratan de reflejar en ellos la realidad, las vivencias de una generación de jóvenes españoles con excelente formación, tanto académica como profesional, que no encuentran trabajo en sus ciudades de origen. Son historias que reflejan la frustración de quienes, acostumbrados a esforzarse por lograr una meta, no reciben la recompensa que la sociedad les debe por su constancia y valía.

Las reacciones son múltiples, dependiendo de los distintos condicionantes de cada caso. Pero en muchas ocasiones la salida final es la emigración. Casi siempre a países europeos, aunque también hay ejemplos de jóvenes que acaban, por las razones antes descritas, en el resto de los continentes.

Hace unos meses, en una reunión celebrada en Madrid con ocasión de la presentación de un importante proyecto de ámbito europeo, coincidí con una amiga portuguesa. Una mujer joven, gran profesional. Formada en la universidad de Lisboa y trabajadora durante varios años para McKinsey, domina cuatro idiomas. Tiene un buen trabajo como ejecutiva en el sector financiero. También es madre de dos hijos, ambos de menos de diez años.  Se llama María.

Hacia bastantes meses que no había hablado con María. Comentamos, como no podía ser de otra manera, el impacto de la crisis en nuestros países. Su sensación era extremadamente pesimista. Desde el punto de vista político me dijo que al menos en España la oposición esta deseosa de asumir el gobierno para intentar salir de la crisis. En Portugal, según ella, la oposición prefiere no intervenir. Dejar que el gobierno se desgaste, que pase el tiempo, con la esperanza de que cuando les toque gobernar la coyuntura sea más favorable.

También hablamos de los hijos. María esta educando a los suyos pensando en que se tendrán que ir de Portugal. Refuerza por tanto la formación en idiomas y viaja con ellos con frecuencia para que conozcan otros países. Esta anticipando que sus hijos tendrán que enfrentarse a situaciones similares a las que retratan los reportajes de El País, y los prepara para que lo hagan en las mejores condiciones posibles.

¿Tenemos que imitar a María? ¿Estamos tan convencidos de que nuestra sociedad no va  a ser capaz de generar suficiente creatividad para crear puestos de trabajo donde nuestros jóvenes, que ahora se están formando, puedan ofrecer a la sociedad los resultados de esa formación? ¿Qué ilusiones, incentivos vamos a poder ofrecer a nuestros estudiantes que justifiquen los enormes sacrificios que les supone su etapa de formación?

Tenemos que conseguir encontrar una solución porque, de lo contrario, perderemos a nuestros más importantes talentos. Habremos invertido en su formación sin recibir el fruto de tal inversión. Nos jugamos en ello el futuro de la sociedad de nuestro país.

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