En 1879, Friedrich Nietzsche, con 35 años, apenas podía escribir. Su salud era muy frágil y el simpe hecho de fijar la vista en el papel le resultaba doloroso. Tres años más tarde, recibió en su casa una máquina Malling-Hansen, precursora de las máquinas de escribir con forma de bola. Gracias a este aparato, el gran filósofo alemán volvió a escribir sus ideas. De esa máquina saldrían obras como Así habló Zaratustra, Más allá del bien y del mal o Ecce homo. Sin embargo la utilización de aquel artilugio tuvo más efectos. Su estilo se hizo más telegráfico, contundente y duro. La tecnología estaba modulando su mensaje, tal como mas tarde postularía Marshall McLuhan: “el medio es el mensaje”.
Según Nicholas Carr, Internet parece estar haciendo lo mismo, esta vez a millones de personas. Pero su línea de pensamiento llega a una conclusión mucho más pesimista: el sinfín de estímulos que llegan al cerebro desde la red nos está haciendo unos superficiales.
Nicholas Carr, que fue director del Harvard Business Review, lleva meditando y escribiendo sobre el uso de la tecnología desde hace dos décadas. En un artículo, titulado Is Google Making Us Stupid? Publicado en 2008 en The Atlantic confesaba su descubrimiento sobre los efectos que la red tenia sobre si mismo. Llegaba a la conclusión de que determinaba una disminución de su capacidad de concentración y profundidad de análisis. Recientemente se ha publicado en España su libro Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus). En esta obra desarrolla en mayor profundidad las ideas del artículo antes citado. Su tesis se basa en que la Red, como el resto de medios de comunicación, no es inocua. "Suministran el material del pensamiento, pero también modelan el proceso de pensar". A continuación incluyo algunos párrafos extractados del libro que insisten en estas ideas.
"Solía ser muy fácil que me sumergiera en un libro o un artículo largo. Mi mente quedaba atrapada en los recursos de la narrativa o los giros del argumento, y estaría horas surcando vastas extensiones de prosa. Eso ocurre pocas veces hoy. Ahora mi concentración empieza a disiparse después de una página o dos. Pierdo el sosiego y el hilo, empiezo a pensar qué otra cosa hacer".
"Queremos creer que las impresiones que nuestro cerebro registra como sensaciones y almacena como recuerdos no dejan huella física en su propia estructura. Creer lo contrario, nos parece pone en tela de juicio la integridad del yo. Eso fue lo que sentí yo cuando me empecé a preocupar porque mi uso de Internet pudiera estar cambiando la forma en que mi cerebro procesa la información".
"Creo que la mayor amenaza es su potencial para disminuir nuestra capacidad de concentración, reflexión y contemplación. Mientras Internet se convierte en nuestro medio universal, podría estar re-adiestrando nuestros cerebros para recibir información de manera muy rápida y en pequeñas porciones. Lo que perdemos es nuestra capacidad para mantener una línea de pensamiento sostenida durante un periodo largo".
"Durante los últimos quinientos años el libro ha modelado nuestra forma de pensar de un modo más lineal, analítico, profundo y autónomo, ahora le ha llegado el turno al efecto Internet sobre nuestras mentes".
"Google se dedica literalmente a convertir nuestra distracción en dinero. Sus intereses económicos se ven reflejados a través de los enlaces porque cuantos más 'links' pinches, más publicidad están consiguiendo introducir. A mayor número de enlaces más publicidad, por lo tanto su ideología es un poco extraña porque su negocio es distraernos, ir lo más rápido posible en un picoteo constante de información".
Se puede obtener mas información en la entrevista que publicó El País hace unas semanas con Nicholas Carr y en la página web de este autor.