viernes, 29 de mayo de 2015

Diez picassos del Kunstmuseum Basel en el Museo del Prado


El Museo del Prado y el Kunstmuseum Basel (Suiza), en colaboración con la Comunidad de Madrid, presentan diez obras maestras de Pablo Picasso pertenecientes a la colección del Kuntsmuseum Basel, ocho de las cuales se exponen en España por primera vez. Los diez picassos que integran la exposición son sin duda las obras más destacadas del artista en las colecciones del Kunstmuseum y constituyen diez ejemplos excepcionales de la evolución de su producción, desde el verano de 1906 –su período “ibérico”, previo a las investigaciones que derivarían en el cubismo– hasta las obras libérrimas y un tanto melancólicas del Picasso final, de 1967, conformando así una suerte de pequeña exposición retrospectiva.

Los dos hermanos (Les deux frères), 1906



En este lienzo de su etapa rosa, Picasso muestra a un muchacho adolescente que lleva a cuestas a su hermano pequeño. La línea horizontal que separa el suelo ocre de la pared del fondo, en tonos terracota, y unas ligeras sombras en la zona de los pies son las únicas referencias espaciales. La obra posiblemente refleje una imagen que el artista pudo ver durante sus vacaciones estivales de 1906 en Gósol, en el Pirineo de Lérida. Allí comenzó su llamado “periodo ibérico”, que se extendería hasta mediados del año siguiente.








Hombre, mujer y niño (Homme, femme et enfant), 1906


Un hombre de pie inclina su cabeza para contemplar absorto a una mujer que sostiene en brazos a un niño que mira con curiosidad al espectador; ella presenta un rostro inexpresivo, como ausente. Los rasgos del hombre recuerdan a los del propio pintor y a sus autorretratos del año 1906. Realizadas únicamente a base de blancos, rosas, grises y negros, las figuras remiten a las formas estilizadas y antinaturales del arte ibérico, que simplificaba los volúmenes y los rostros, hasta hacerlos aparecer como inexpresivas máscaras.







Panes y frutero con frutas sobre una mesa 
(Pains et compotier aux fruits sur une table, 1909



Este bodegón es el resultado de las modificaciones que Picasso introdujo en una composición con personajes dispuestos en torno a una mesa plegable, el único elemento que se mantiene. Todavía son visibles, entre las patas de la mesa, las piernas del personaje –quizás Cezanne– situado en el lado derecho, cuyos brazos se han convertido en barras de pan. Del mismo modo, el frutero repleto de frutas de la izquierda es una sugestiva transformación de la figura de Fernande, la amante de Picasso en esos momentos.








El aficionado (L’aficionado), 1912



Tras asistir a una corrida en Nimes, Picasso retrata a un aficionado a los toros, con bigote y sombrero cordobés. En las manos lleva una banderilla y una guitarra; a la derecha hay una botella cerrada con un corcho. Las letras pintadas proporcionan información sobre las aficiones del personaje. Fue este un recurso muy utilizado por Picasso y Braque en sus composiciones cubistas a partir de 1910. Aquí se percibe ya una evolución hacia formas simplificadas y poco facetadas, que empiezan a alejarse del cubismo analítico.







Mujer con guitarra (Femme à la guitare), 1911-14




Picasso construye una figura femenina a partir de una trama de líneas negras sobre un fondo blanquecino. En el centro de la composición se reconocen sus pechos y en la parte inferior las manos, una de las cuales coge una guitarra. También utiliza diferentes planos de color –rosa, negro, azul y marrón– para destacar algunas zonas. Esta obra, que el pintor comenzó en Céret y concluyó en París años después, pertenece al llamado “cubismo sintético” que Picasso desarrolló entre 1912 y 1914.







Arlequín sentado o El pintor Jacinto Salvadó (Arlequin assis), 1923



Picasso retrata a su amigo Jacinto Salvadó vestido como Arlequín, con un traje que le había regalado Jean Cocteau, con el que crearía el ballet Parade. Entre 1901 y 1927 Picasso realizó más de cincuenta cuadros sobre este tema, y él mismo se autorretrató varias veces como ese personaje de la Commedia dell’arte italiana, muy popular en la pintura europea de vanguardia. Es una obra del periodo neoclásico de Picasso (1917-1924), en el que vuelve a la representación figurativa tradicional.








Mujer con sombrero sentada en un sillón 
(Femme au chapeau assise dans un fauteuil), 1941-42



Dora Maar, compañera sentimental de Picasso en esos momentos, aparece sentada de frente en un sillón metálico, con un aire distinguido. Su cabeza está dividida en dos partes yuxtapuestas: la superior se muestra de frente, con un ojo abierto que mira intensa y amenazadoramente al espectador; la inferior, en cambio, está de perfil, y en ella destacan los rojos labios. Picasso retrató a todas las mujeres de su vida sentadas en un sillón; es un tema que trató en casi trescientas ocasiones.








Muchachas a la orilla del Sena, según Courbet 
(Les demoiselles des bords de la Seine, d’après Courbet), 1950


Con esta obra Picasso rinde homenaje a Gustave Courbet al reinterpretar una de las obras más conocidas del pintor realista francés: Muchachas a la orilla del Sena (verano), de 1857. Mantiene la gran carga erótica del lienzo de Courbet, que sugería una relación amorosa entre las dos jóvenes, aunque introduce algunos matices que alteran levemente esa referencia a un amor prohibido. Fundamentalmente en la figura de la joven en segundo plano, que parece asumir una actitud vigilante y más activa.


Venus y Amor (Vénus et l’Amour), 1967


Un niño desnudo y sonriente se dirige hacia su madre, que se prepara para abrazarle. Aunque ambos carecen de atributos identificativos, se trata de la diosa del amor y de su hijo Cupido, un tema frecuente en la producción tardía de Picasso. Posiblemente inspirada en la Venus ante el espejo de Tiziano, es una de las numerosas reinterpretaciones que Picasso hace, a partir de 1955, de las obras maestras de los grandes pintores del pasado: Cranach, Velázquez, Delacroix, Manet…








La pareja



Las actitudes de los protagonistas –un mosquetero y una mujer con los pechos al descubierto y una copa en la mano– muestran la tensión sexual que subyace en el ambiente. La obra se ha interpretado como un posible reflejo de la situación personal de Picasso, que tenía ya 86 años en el momento de pintar este lienzo. Es una de las cuatro obras que el artista donó en 1967 a la ciudad de Basilea, conmovido por la movilización ciudadana para adquirir otras dos pinturas suyas depositadas en el Kunstmuseum Basel.