lunes, 16 de octubre de 2017

Nicholas Nixon en la Fundación Mapfre


Nicholas Nixon (Detroit, Míchigan, 1947) ocupa un lugar destacado y singular en la historia de la fotografía de las últimas décadas. Centrado sobre todo en el retrato, y con un claro interés por las posibilidades descriptivas de la cámara, su obra revela una tensión entre lo visible, el contenido (de una extraordinaria claridad y habilidad compositiva), y lo invisible, los pensamientos e inquietudes que afloran en sus imágenes.
La Fundacion Mapfre presenta en Madrid la mayor retrospectiva de su obra realizada hasta la fecha (1974-2017), con más de doscientas fotografías. En ella encontramos un hilo conductor claro, un mundo propio que no tiene límites y una extraordinaria capacidad para reinventarse que nos lleva desde las frías vistas de Nueva York o Boston de los años setenta, que formaron parte de una de las exposiciones más importantes del siglo anterior (New Topographics), hasta la conocidísima serie de Las hermanas Brown, sin duda una de las reflexiones más certeras sobre el paso del tiempo en la historia de la fotografía que se extiende durante toda su carrera. Organizado de manera cronológica y agrupado en las principales series que ha desarrollado, este amplio recorrido que proponemos es también un autorretrato de Nicholas Nixon, quien con su obra muestra la certidumbre de saber lo que es fundamental, valioso y real en nuestras vidas.
La muestra presenta el trabajo de Nixon en varias series que exploran mundos singulares con una notable preocupación social que nos descubre aspectos inadvertidos de la realidad que pertenecen a la experiencia privada del artista, pero que por su cotidianidad podemos compartir, de ahí que despierten fácilmente en nosotros el eco de recuerdos y emociones. La lentitud, los largos periodos, la ausencia de elementos dramáticos definen una obra que se despliega a lo largo de casi cinco décadas de dedicación continuada. Nixon emplea una técnica sencilla, casi obsoleta, pero impecable, con el uso de cámaras de gran formato que imponen la cercanía y la cooperación de los retratados para mostrar los mundos próximos en los que fija su atención: los ancianos, los enfermos, la intimidad de las parejas o la familia.

Vistas
Vista de Battery Plaza, Nueva York, 1975
La primera cámara que tuvo Nicholas Nixon fue una Leica, siguiendo el modelo de Cartier-Bresson, cuya obra es de las primeras que le impactan. Pero muy pronto empieza a explorar las posibilidades de las cámaras de mayor formato, con una de 4 x 5 pulgadas. Con ella toma las imágenes que abren esta exposición: vistas de los alrededores de la ciudad de Albuquerque, unos espacios nuevos en la frontera entre la ciudad y el desierto, un trabajo de sorprendente madurez para un joven estudiante de fotografía. Algunos de los elementos que encontramos en su primera serie importante, las Vistas de ciudades, ya aparecen en estas fotografías: la claridad, la definición, la visión desde un punto elevado.
Coincidiendo con su traslado a Boston, Nixon da un paso más, pues ya se ha decidido por el uso de la cámara de gran formato, de 8 x 10 pulgadas, que va a ser su principal herramienta a partir de ahora. Con esta cámara, cuyo negativo es tan grande que no requiere ampliación, no se pierde nada de la información y se consigue una extraordinaria nitidez, una gama tonal muy sutil que intensifica la cualidad realista de la imagen. Las vistas de Boston y Nueva York forman parte de la primera serie desarrollada por Nixon entre los años 1974 y 1975. El choque con estas ciudades, ordenadas y caóticas al mismo tiempo, le permite desarrollar las cualidades que estaba experimentando con su cámara.
Estas fotografías formaron parte de una de las exposiciones más influyentes de la historia de la fotografía que organizó en 1975 la George Eastman House, New Topographics: Photographs of a Man-altered Landscape. El comisario, William Jenkins reunió en ella a Robert Adams, Lewis Baltz, Bernd y Hilla Becher, Joe Deal, Frank Gohlke, Stephen Shore, Henry Wessel, John Schott y al propio Nicholas Nixon. La inmediatez de su estilo enlazaba también con la tradición de la fotografía de Walker Evans o Robert Frank; sin embargo optaron por una visión árida, fría y desapasionada que rompiese los cánones de belleza y composición de la fotografía tradicional. La mayoría de estos artistas continuó su carrera por los mismos derroteros excepto Nixon, cuya obra evidenció un giro radical en cuanto a su temática unos años más tarde.

Porches

Hyde Park Avenue, Boston, 1982
A partir de 1977 Nixon se centra principalmente en el retrato, género que encaja con sus intereses y valores personales que se trasladan a su trabajo diario. Pasamos a recorrer los márgenes del río Charles, cerca de Boston, y más tarde otros barrios pobres del sur, de Florida o Kentucky. Las fotografías se sitúan en la ribera del río, en las playas y sobre todo en los porches de las casas, espacios de transición entre lo público y lo privado. Un proyecto que le llevará hasta 1982, mientras afina cada vez más su habilidad para el uso de la cámara de gran formato, como si se tratara de una cámara manual ligera que pasara desapercibida. Las imágenes no pierden nunca su frescura, a pesar de lo complejo y largo del proceso, y las composiciones se complican conforme va avanzando la serie.
A partir de entonces las personas serán el tema central de su obra. Dejando a un lado la serie anual de Las hermanas Brown, esta será la más extensa y fructífera. En este periodo Nixon empieza a encontrar su camino en la fotografía, cuando sus intereses personales, intelectuales y estéticos comienzan a converger para ofrecernos imágenes que hablan de la vida desde un enfoque muy íntimo, desde la propia experiencia.

Ancianos
F.K., Boston, 1984
Hacia 1984 se produce un nuevo giro en la obra de Nixon. Empieza a fijarse en un tema que se acabará convirtiendo en una nueva serie: los ancianos alojados en residencias que visitaba como voluntario. Este trabajo le ocupará varios años, aunque el tema tratado será recurrente a lo largo de varias décadas por su trabajo como voluntario en centros de mayores y hospitales. Ahora existe una relación nueva entre el fotógrafo y los retratados, a los que conoce personalmente. La experiencia directa y el interés por las personas al final de sus vidas están presentes de aquí en adelante. También hay un cambio notable en la manera de abordar el tema, un acercamiento físico; toma primeros planos, a veces detalles de manos o de rostros extenuados que atesoran toda una vida.

SIDA
El Dr. Robert Sappenfield con su hijo Bob, Dorchester, 1988
El siguiente proyecto que aborda Nixon, tiene una evidente continuidad con la serie anterior. Se trata de People with AIDS (1988), que más tarde tomó forma de libro. La irrupción del sida en los años 80 fue algo tan brutal y desconocido a la vez, que abrió un abismo entre la sociedad y los enfermos como hacía siglos no había ocurrido con ninguna otra enfermedad. En el libro, se recoge la secuencia de quince vidas afectadas por el sida, así como cartas y conversaciones transcritas por Bebe, su mujer. El temor que aun hoy despierta esta enfermedad era todavía mayor en los años ochenta, una amenaza desconocida que abrió una brecha entre los enfermos y la sociedad, llena de prejuicios, incomprensión y miedo.
Pero algunos artistas e intelectuales, que veían cómo morían amigos y conocidos, tuvieron un papel activo en visibilizar la enfermedad y en tratarla como tal, por encima de significados morales o sociales. Nixon no es un activista, pero en este proyecto se implicó de una manera muy clara para ofrecer una crónica honesta y real de estas vidas al adentrarse en su privacidad, para comprender el sufrimiento de los enfermos y sus seres cercanos.

Familia
Clementine y Bebe, Cambrigde, 1986

Nixon comenzó a fotografiar a su mujer desde que se conocieron en los años setenta, a su hijo Sam desde su nacimiento en 1983, y dos años más tarde a su hija Clementine. Nixon se recrea en la intimidad, la proximidad de su cámara sugiere algo táctil, como si les acariciara con su cámara. Las fotografías de sus hijos se extienden hasta la edad adulta; Bebe, en cambio, ha sido un tema permanente, donde toma forma visual la intensidad de su relación. Sus retratos transmiten pasión, que se hace aún más evidente con los años: «mi verdadero amor, mi mejor amiga, el centro de mi vida». Esta colección de imágenes se convierte en un diario de su vida en común, pues Nixon trabaja de manera continua y Bebe está siempre ahí, presta a una colaboración gracias a la cual existen algunos de los retratos más intensos de la fotografía contemporánea, tanto como los de Rebecca Strand o Georgia O’Keeffe un siglo atrás.

Parejas
J.A., E.A., Dorchester, Massachusetts, 2001


Esta nueva serie comienza en 2000. A partir de este momento, no trabaja con series cerradas, sino que vuelve una y otra vez sobre sus principales obsesiones. En Parejas no prepara las escenas, sino que participa de ellas, y cuando ha creado un clima de confianza, la fotografía surge sola, él solo tiene que disparar. Torsos, brazos, bocas, formas casi abstractas que hablan de la intensidad tanto física como emocional que hay en una relación. El desnudo en fotografía nunca ha sido fácil, pues tradicionalmente se ha asociado más con el sexo que con el retrato; de ahí el valor de estas fotografías que transmiten intimidad, pasión, gozo, imágenes cotidianas de cómo compartimos nuestras vidas.





Vistas nuevas

Vista de Washington Street, Boston, 2008
En la primera década de este siglo Nixon vuelve a subir a las azoteas de Boston en una nueva versión de las vistas de los años setenta. Es un fotógrafo de largo recorrido, su carrera se adentra ya en la quinta década no habiendo dejado nunca de investigar y de experimentar. Esa atracción intensa que siente hacia sus proyectos sobre los que vuelve a lo largo de los años, le lleva a plantear una mirada diferente hacia la ciudad, cuyas formas son un elemento definitorio: la extraordinaria confusión visual que crean las rondas de circunvalación de las ciudades, la confrontación entre la ciudad antigua y la nueva, que se mezclan como en un jardín exótico donde las plantas autóctonas sobreviven entre las foráneas. Vistas lejanas, vistas próximas le sirven también de excusa para seguir experimentando con un formato aún mayor de cámara, la de 11x14 pulgadas, que permite ver mucho más de lo que percibe el ojo a simple vista.

Retratos
I.T., Saugus, Massachusetts, 2012
La obra de Nixon ha ido madurando hacia temas más íntimos, más personales, que exploran los contenidos de su obra anterior, donde la atracción por la abstracción y la síntesis se vuelven principales. En la última década Nixon se ha centrado en el retrato: primeros planos, a veces solo el rostro, desnudos sobre todo. En ellos se elimina lo superfluo para enfocar mejor el personaje. Su concentración en el rostro tiene que ver con la confianza en la expresión individual, en el poder del sujeto y en el papel que desempeña en su propia representación, incluida la complicada relación de uno mismo con su cuerpo. Nixon facilita la imprescindible interacción entre fotógrafo y modelo para romper esa barrera. Como resultado se nos muestra una amplia diversidad de motivos: recién nacidos, niños, enfermos hospitalizados, ancianos que nos muestran la fragilidad y la misteriosa capacidad de resistencia del ser humano.

Las hermanas Brown
Las hermanas Brown, 2016
La serie Las hermanas Brown es, sin duda, la obra más conocida de Nicholas Nixon; la componen los retratos de su mujer Beverly Brown (Bebe) y de sus tres hermanas, tomados cada año desde 1975. Desde este sencillo punto de partida, Nixon ha creado una de las investigaciones sobre el retrato y el tiempo más convincentes de la fotografía contemporánea.
Estas fotografías tienen cierto aire de álbum familiar que nos retrotrae a momentos y emociones pasadas. Pero lo que desconcierta y fascina de esta serie, a medio camino entre la objetividad documental y la intimidad emocional, es el cambio, el ritmo dentro de la reiteración. Cada fotografía va tomando cuerpo y sentido al unirse a las demás, y es dentro de la serie donde adquiere toda su fuerza. Esta serie es también un autorretrato del fotógrafo, que vuelca aquí sus propios sentimientos. La rigurosa simplicidad y la belleza romántica de estas imágenes configuran un relato capaz de inquietarnos a poco que vislumbremos el final de la serie.

La casa
Cortina de nuestro dormitorio, Brookline, 2017

Cierra la exposición este pequeño grupo de fotografías, de entre las últimas que ha realizado Nicholas Nixon. Son menos significativas en cuanto al tema pero grandes en cuanto a su contenido. La mirada de Nixon se detiene en las escaleras de su casa, donde hay unas hojas esparcidas como constelaciones, en las cortinas mecidas por el aire, en la mirada de un personaje en un cuadro que siempre estuvo ahí, en la última luz de la tarde que genera un juego de sombras en el porche. La luz, siempre presente en su obra, y la casa, ese paraíso interior, mínimo y real. Estas fotografías no tienen ninguna función relevante, simplemente buscan el puro placer, la magia renovada de la fotografía que evoca momentos que nunca se repetirán.