jueves, 15 de diciembre de 2016

Renoir: Intimidad


Esta ha sido una de las muestras del Museo Thyssen-Bornemisza que mas me han impresionado en los ultimos años. Quiza sea por mi debilidad por los impresionistas en general y por Renoir en particular. Esta es la primera retrospectiva que se dedica a este genial pintor en España y destaca por el papel central que ocupan las sensaciones táctiles en sus lienzos, y que pueden percibirse en las distintas etapas de su trayectoria y en una amplia variedad de géneros, tanto en escenas de grupo, retratos y desnudos como en naturalezas muertas y paisajes.
La exposición está Comisariada por Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, cuenta con el mecenazgo de Japan Tobacco International (JTI) y presenta un recorrido por 78 obras del artista francés, procedentes de museos y colecciones de todo el mundo como el Musée Marmottan Monet de París, el Art Institute de Chicago, el Museo Pushkin de Moscú, el J. Paul Getty de Los Ángeles, la National Gallery de Londres o el Metropolitan de Nueva York. Renoir: intimidad permite descubrir cómo Renoir se servía de las sugerencias táctiles de volumen, materia o texturas como vehículo para plasmar la intimidad en sus diversas formas –amistosa, familiar o erótica–, y cómo ese imaginario vincula obra y espectador con la sensualidad de la pincelada y la superficie pictórica. 

Baile en el Moulin de la Galette, 1876
La muestra recoge obras realizadas por Renoir a lo largo de seis décadas. Su producción se caracteriza por ser placentera, apacible, hedonista y popular, con una visión del mundo alegre, afectuosa y optimista. Renoir deseaba gustar a los espectadores y rehuía deliberadamente el intelectualismo. La intención de la exposición es tratar de resaltar el papel de las sensaciones táctiles en la pintura de Renoir frente a la concepción habitual que reduce el impresionismo a la “pura visibilidad”. En sus obras, todo el cuerpo está implicado, y el sentido del tacto está estrechamente ligado a la intimidad. En sus escenas con dos o más personajes, es habitual que éstos se miren y se toquen, creando una atmósfera de calidez, cercanía y confort. Otros detalles en sus cuadros que aluden a sensaciones palpables son las cabelleras con las que juegan y se enredan las manos, los perros en los brazos de las mujeres, los paños que cubren el pecho o envuelven las piernas, las manos que tocan instrumentos, las que bordan, o incluso la espesura de un jardín. El interés de la exposición radica no sólo en mostrar esta relación táctil e íntima entre el artista y su obra, sino en intentar trasladar al espectador o despertarle estas mismas sensaciones cuando contempla sus cuadros.

La fuente, 1906
Mientras que en los retratos de grupo de Manet o Degas, por ejemplo, los protagonistas mantienen la distancia entre ellos y con el espectador, Renoir dota a sus figuras de una cercanía tangible. En sus escenas con dos o más personajes es habitual que estos participen en un juego de alternancia entre el contacto visual y el físico, parejas de hermanos o de madres e hijos en las que uno de ellos mira al otro y este le corresponde tocándole con la mano. En ocasiones, esos intercambios se establecen en torno a una actividad común, como la lectura de un libro. En el caso de los retratos individuales, Renoir aspira a ofrecer al espectador algo semejante al contacto físico aproximándose todo lo posible. Si Degas rodea a sus modelos de un decorado y unos atributos que hablan por ellos, Renoir tiende a ajustar el encuadre, suprimiendo el entorno para concentrar la mirada en el rostro. Otros detalles en los cuadros de Renoir que aluden a sensaciones palpables son las cabelleras con las que juegan y se enredan las manos, los perros en brazos de figuras femeninas, los paños o toallas que cubren el pecho o envuelven los muslos, una labor de costura, unas madejas de lana o la espesura de un jardín.

Renoir: intimidad está organizada en torno a seis bloques temáticos. En todos ellos el pintor se sirve de las sugerencias sensoriales como vehículo para representar la intimidad en sus diversas formas: social, amistosa, familiar o sensual.

Impresionismo
Baños en el Sena (La Grenouillère), 1869
El impresionismo nació en el verano de 1869, cuando Renoir y Monet se citaron para pintar en un recodo del Sena, en un café flotante con baños y embarcadero llamado la Grenouillère. El resultado son unas pinturas que actualizan el espíritu de Watteau y otros pintores rococó, en los que Renoir sugiere unos personajes sin precisar su historia, con una poética ambigüedad. En cuanto al estilo, demuestra una sorprendente variedad de recursos, modificando su paleta o su pincelada de un cuadro al siguiente o incluso dentro de una misma pintura.
La etapa impresionista, entre 1869 y 1880, ocupa dos salas de la exposición y reúne algunos de los iconos de la carrera de Renoir, como Después del almuerzo (1879) o Almuerzo en el restaurante Fournaise (El almuerzo de los remeros) (1869) , un estudio del natural de Le Moulin de la Galette (1875-1876) y algunas de las obras que pinta en La Grenouillère, zona de ocio a las afueras de París donde trabaja con Monet, como Baños en el Sena (La Grenouillère) (1869). Una selección de retratos femeninos al aire libre o en interiores - Retrato de la mujer de Monet (1872-1874)- y de parejas -El paseo (1870)-, además de un paisaje impresionista, Mujer con sombrilla en un jardín (1875), completan el capítulo. A partir de 1881 la vía impresionista parece agotada y los miembros del grupo se distancian. Renoir vuelve la mirada a la tradición clásica, desde Rafael a Jean-Auguste Dominique Ingres. No abandona el lenguaje impresionista, pero añade a su pintura un énfasis mayor en el dibujo.

Retratos de encargo

La Sra. Thurneyssen y su hija, 1910
La Tercera Exposición Impresionista en 1877 fue la última en la que Renoir participó de buen grado (en 1882, contra el deseo del artista, su galerista Durand-Ruel enviará obra suya a la Séptima Exposición Impresionista). Desde finales de los años 1870 y a lo largo de toda la década siguiente, Renoir adquiere una creciente reputación como retratista y se convierte en uno de los pintores más solicitados por la sociedad parisiense. A partir de aquí se distancia del grupo, cuya reputación radical cree que le perjudica, y busca el éxito comercial y social en el retrato de encargo, especialmente de señoras y niños. En una carta de 1878, Pissarro lo califica, no sin ironía, de «retratista eminente». En esta sección se reúnen algunos de los más famosos retratos pintados por Renoir a lo largo de tres décadas, entre los que destacan la serie dedicada a la familia Durand-Ruel o el que representa a la señora Thurneyssen y su hija.

Placeres cotidianos
Jóvenes leyendo, 1891
La pintura de género de Renoir está centrada en la mujer, habitualmente joven, sola o con otras mujeres en un interior, y entregada a alguna actividad que absorbe su atención completamente, como la música, la lectura o la toilette, y la hace desentenderse del espectador. Renoir nos ofrece el placer de asomarnos a este espacio íntimo. Entre las escenas de género, encontramos retratos de mujeres jóvenes, solas o con otras mujeres, que se sitúan en un interior y en los que las protagonistas aparecen abstraídas en alguna actividad que las aísla del espectador. La maceta verde (1882) o Jóvenes leyendo (1891) nos permiten asomarnos a este espacio íntimo de placeres cotidianos.






Paisajes del norte y del sur
Colinas alrededor de la bahía de Moulin Huet, Guernsey, 1883
A diferencia de la mayoría de los impresionistas, Renoir fue sobre todo pintor de la figura humana. Pintar paisajes representaba para él, según decía, un descanso de la tensión que le provocaba pintar sus cuadros de figuras, así como un modo de experimentar con la paleta y la factura pictórica. Quizá debido a ese carácter experimental, sus paisajes suelen ser de pequeño formato, pero poseen a cambio una mayor frescura. En esta sección se incluyen vistas de la costa de Normandía y sus alrededores -Colinas alrededor de la bahía de Moulin Huet, Guernsey (1883)- y Provenza, donde comparte motivos pictóricos con su amigo Cézanne -La montaña de Sainte-Victoire (hacia 1888-1889)-, así como de distintas localizaciones del sur de Italia: La bahía de Salerno (Paisaje del sur) (1881).

La familia y su entorno

Maternidad, 1885
Desde el nacimiento de su hijo Pierre en 1885, los temas familiares ocuparán buena parte de la producción de Renoir. En esta sección encontramos una selección de escenas familiares y domésticas protagonizadas por sus hijos - Coco tomando su sopa (1905) o Jean como cazador (1910)-, su mujer Aline que, con motivo del nacimiento de su primer hijo Pierre, posa en Maternidad (1885) y Aline amamantando a su hijo (1915), así como otros miembros de su entorno más cercano como Gabrielle Renard, la niñera y pariente lejana de Aline, que se convierte en una de sus modelos favoritas -Niño con manzana o Gabrielle, Jean Renoir y una niña (hacia 1895-1896)- y Andrée Heuschling -El concierto (1918-1919)- quien se casará con su hijo Jean tras la muerte del pintor.


Bañistas

Gran bañista, 1905

Uno de los motivos predilectos de Renoir son los desnudos. Un género que los impresionistas, a excepción de Degas, no trataron por considerarlo académico. Centrado en su propia elaboración estilística, el pintor llega a una de las cimas de su producción con las bañistas, una serie de desnudos al aire libre en los que reivindica una naturaleza atemporal que elude cualquier referencia a la vida moderna. Una visión edénica marcada por la sensualidad de las modelos, la riqueza del colorido y la rotundidad de las formas. Asociado a la tradición académica, este género no se prestaba en principio al tratamiento impresionista; Renoir fue el primero en abordarlo, un ejemplo del cual es la Ninfa junto a un arroyo incluida aquí. Más tarde, al alejarse del impresionismo en la década de 1880, el desnudo adquiriría una importancia aún más capital.
Los desnudos tardíos de Renoir no son fáciles de clasificar. Se ha dicho que el pintor aspira a la fusión del cuerpo femenino con la naturaleza, pero algunos de esos desnudos aparecen en interiores. También se ha destacado la atemporalidad de sus bañistas, pero algunas de ellas tienen a su lado vestidos y sombreros modernos. Lo único evidente es que estas figuras de pequeña cabeza y cuerpo grande, desproporcionadas y monumentales, emulaban a Miguel Ángel, Tiziano y Rubens. Y a la vez suscitaron la admiración de Bonnard y Matisse, Modigliani y Picasso (que fue el propietario de la gran Eurídice de esta sala).