miércoles, 15 de mayo de 2019

Balthus


Thérèse, 1938 The Metropolitan Museum of Art, Nueva York.
Bequest of Mr. and Mrs. Allan D. Emil, in honor of William S. Lieberman, 1987
Balthasar Klossowski de Rola (1908-2001), conocido como Balthus, se encuentra entre los grandes maestros del arte del siglo XX y es considerado como uno de los pintores más singulares de su tiempo. Su obra, diversa, ambigua y tan admirada como rechazada, siguió un camino virtualmente contrario al desarrollo de las vanguardias. El propio artista señaló explícitamente algunas de sus influencias en la tradición histórico-artística, de Piero della Francesca a Caravaggio, Poussin, Géricault o Courbet. Asimismo se observan también referencias a movimientos más modernos, como la Neue Sachlichkeit, así como de los recursos de las ilustraciones populares de libros infantiles del siglo XIX. En su desapego de la modernidad, que podría calificarse de ‘posmoderno’, Balthus desarrolló una forma personal y única de arte de vanguardia, un estilo figurativo alejado de cualquier etiqueta. Su personal lenguaje pictórico, de formas contundentes y contornos muy delimitados, combina los procedimientos de los maestros antiguos con determinados aspectos del surrealismo. Sus imágenes encarnan con frecuencia una gran cantidad de contradicciones, mezclando tranquilidad con tensión extrema, sueño y misterio con realidad o erotismo con inocencia.
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta una exposición retrospectiva de Balthus en cooperación con la Fondation Beyeler en Riehen / Basilea donde se exhibió previamente  desde septiembre de 2018 a enero de 2019. Comisariada por Raphaël Bouvier, con el apoyo de Michiko Kono, y Juan Ángel López-Manzanares, reúne pinturas clave de todas las etapas del genial artista desde la década de 1920. Se manifiestan en ella las diversas formas de interacción intelectual presente en sus pinturas entre las dimensiones de espacio y tiempo, la relación entre figura y objeto, así como sobre la esencia de su enigmática producción artística. El recorrido de la exposición sigue un orden cronológico. Las obras se distribuyen en siete salas y son agrupadas bajo un título que las engloba en una categoría temática o temporal.
El muelle Malaquais, 1929 (Le Quai Malaquais). Colección privada, Suiza
En la primera sala, “El desarrollo de un lenguaje visual. Obras de juventud” se presentan varios cuadros realizados por Balthus a finales de los años 20 del pasado siglo.  En ellas empiezan a vislumbrarse algunas de las peculiaridades de su lenguaje visual presente en las representaciones del Jardín de Luxemburgo, la plaza del Odeón o el muelle de Malaquais.

El aseo de Cathy, 1933. (La Toilette de Cathy). Centre Pompidou, París.
La segunda sala, titulada “Provocación y transgresión”, reúne algunas de las obras que se exhibieron dentro de la primera exposición individual en la Galería Pierre, en 1934. Entre ellas hay que destacar El aseo de Cathy. Esta pintura deriva del desarrollo de una litografía realizada por Balthus para la novela Cumbres borrascosas de Emily Brontë. Ilustra la escena en la que Heathcliff se encela al ver a su hermanastra y amada Cathy arreglarse para recibir a su futuro marido. El pintor, enamorado entonces de Antoinette de Watteville, a su vez comprometida con un diplomático belga, se incluyó a sí mismo y a su amada como los personajes principales. El lienzo se expuso en Bruselas provocando el enojo del diplomático al contemplar que su novia era exhibida semidesnuda a los ojos del público.
La Calle. 1933. (La Rue). Colección Gertrude Stein
También encontramos La calle, otra obra maestra del mismo año. Aunque ambientada en un lugar real (la rue Bourbon-le-Château de París), La calle tiene la intensidad de un sueño. Las figuras de esta extraña danza paralizada están cuidadosamente alineadas a modo de friso, pero no existe interacción entre ellas, si se exceptúa la pareja que forcejea a la izquierda. El cocinero del gorro alto  ni siquiera es un ser humano, sino el anuncio de un restaurante puesto en la acera. Parte de la tensión de la obra se debe a la heterogeneidad de las tradiciones que aglutina. La perspectiva arquitectónica en disminución emula la geometría renacentista, porque Balthus admiraba a los artistas del Quattrocento. Otra influencia muy distinta lo enlaza con el surrealismo: Conocía bien las historias de Alicia de Lewis Carroll, con sus ilustraciones de Jhon Tenniel, y se ha dicho que la niña sorprendida en medio del trajín sería la propia Alicia; el jovencito del centro se parece a Tweedledum o Tweedledee, y el hombre del tablón podría ser el carpintero de Carroll sin la compañía de la morsa.

Los hermanos Blanchard, 1937 (Les Enfants Blanchard). Musée National Picasso. París
En la tercera sala “Representación e intimidad”, podemos contemplar varios retratos elaborados en los años treinta. Es destacable el de los hermanos Blanchard, un lienzo que fue comprado por Picasso en 1941. Nuevamente estamos ante una obra inspirada por los personajes de Cumbres borrascosas. Los hermanos Hubert y Thérèse Blanchard (hijos de unos vecinos del taller de Balthus en Cour de Rohan) aparecen representando el papel de Heathcliff y Cathy en la novela de Emily Brontë. La composición está animada por elementos geométricos sin ningún centro. La niña esta arrodillada, con la espalda muy recta. El niño tiene una rodilla en la silla mientras sostiene su cabeza con una mano. Todo ello crea un complicado juego de líneas horizontales, verticales, curvas y oblicuas cruzadas cuyo resultado visual es paradójicamente armónico. 

El rey de los gatos, 1935 (Le Roi des chats)
Musée Cantonal des Beaux-Arts de Lausanne.
El rey de los gatos (1935) es un curioso autorretrato en el que Balthus, a la edad de 27 años, mira con confianza bajo el disfraz de un elegante dandy romántico, al estilo de Lord Byron acompañado de un gato. Los gatos desempeñan un papel importante en la vida y obra de Balthus: aparecen regularmente en sus pinturas, a menudo como el alter ego del artista.
Paisaje de Champrovent, 1941-1943/1945 (Paysage de Champrovent) Terpsichore Private Foundation, Suiza
En la cuarta sala cuelgan los “Cuadros pintados en Champrovent, Friburgo y Ginebra, durante la primera mitad de los años cuarenta”.  De entre los paisajes, en los que se manifiesta la influencia de Poussin, destacamos Paysage de Champrovent 1941-1943/1945. Un panorama encantador y bucólico, en cierta forma teatral, creado como gran contraste a los horrores de la II Guerra Mundial que se sucedían al mismo tiempo.

Los buenos tiempos, 1944-1946 (Les Beaux Jours) Hirshhorn Museum and Sculpture Garden,
Smithsonian Institution, Washington, D.C.
De las escenas interiores cotidianas seleccionamos Los buenos tiempos, 1944-1946 (Les Beaux Jours). En un ambiente interior de aspecto burgués, sorprendemos a una joven admirándose en un espejo. Algunos ven en ello una referencia al mito griego de Narciso y su muerte provocada por la auto-contemplación. La influencia de los primitivos italianos, como Piero della Francesca, se manifiesta en los tonos claros y el resplandor esfumático. El interior evoca las obras de Matisse de finales de los años 20 en las que el primer plano se fusiona con el fondo y con algunos elementos para lograr una representación del espacio característica.
Muchacha en verde y rojo (El Candelabro), 1944-1945 (Jeune fille en vert et rouge (Le Chandelier))
Colleción Riggio, Nueva York
La sala quinta, titulada “De vuelta a París”, reúne obras de la segunda mitad de los años cuarenta. Balthus se refugió en Saboya en 1940 huyendo del Paris ocupado por los nazis. En 1942 pasó a Suiza. Solo volvió a la capital de Francia en 1946, una vez liberada. En los últimos años de la guerra pintó Muchacha en verde y rojo (El Candelabro), 1944-1945 (Jeune fille en vert et rouge (Le Chandelier)). Se trata de una obra con enorme carga dramática, influenciada por sus frecuentes contactos con el mundo del teatro en los que diseñó figurines y decorados. Aparece una joven con un candelabro en la mano apoyándose en una mesa. Lleva un atuendo mitad rojo, mitad verde tendiendo a negro. Sobre la mesa, en un plato, hay un gran trozo de pan con un cuchillo clavado en su centro. Son símbolos con connotaciones trágicas realzadas por una desigual iluminación.

La partida de naipes, 1948‐1950 (La Partie de cartes) Museo Nacional Thyssen‐Bornemisza, Madrid
También encontramos en esta sala la gran obra del Museo Thyssen-Bornemisza, recién restaurada, Partida de naipes, pintada en 1948-1950. 

El valle del Yonne, 1957. Don d'André et Henriette Gomès (Paris), 1989 Musée Picasso, Antibes
En la sexta sala “Del estudio de París al château de Chassy” encontramos obras pertenecientes a la década de los años cincuenta. Destaca El valle del Yonne, de 1957, un paisaje ya eterno con una magistral composición y un sublime tratamiento del color y de la luz. 

El sueño II, 1956-1957 (Le Rêve II) Colección privada. Cortesía de Connery & Associates
Y, sobre todo, El sueño II. Una figura femenina de pie con el cabello suelto se acerca a una figura dormida, también femenina, cuya cabeza descansa sobre el brazo de un sofá. Una vez más, Balthus realiza una composición dedicada al sueño, un tema por el que sintió fascinación a lo largo de su vida. Posiblemente, el motivo más emblemático de la obra de Balthus es la adolescente reclinada, pasiva, dormida o soñando. Podemos encontrar en sus memorias estas reflexiones: “No existe una disciplina más exigente que capturar estas variaciones en los rostros y poses de mis niñas soñadoras. La caricia del dibujo busca re-descubrir una gracia infantil que se desvanece rápidamente, dejándonos con un recuerdo inconsolable”
Las tres hermanas, 1955 (Les Trois soeurs) Colección Patricia Phelps de Cisneros
La última sala, “De Roma a Rossinière”, presenta obras tardías hechas en Roma o en Rossinière.  Las tres hermanas es posiblemente el esquema más ambicioso de toda la carrera de Balthus Se dedicó a desarrollarlo durante más de una década. Incluye unas diez pinturas (en esta exposición podemos admirar dos de ellas), realizadas a partir de 1952, además de los dibujos preparatorios. El origen del tema surge cuando Balthus quiso recuperar su obra La jupe blanche (1937), que había vendido a Pierre Colle. Visitó a la viuda de Colle, Carmen Baron, que accedió a devolverle la obra a cambio de los retratos de sus tres hijas, Marie-Pierre, Béatrice y Sylvia. Balthus realizó algunos estudios a lápiz sobre Marie-Pierre, la mayor, en y en el verano del mismo año visitó a la familia en su hogar en Biarritz, Le Chapelet, cuando realizó otros dibujos de los tres. El cuadro aquí presentado fue ejecutado en 1955. Balthus utiliza una tonalidad muy fresca, con la niña central, Marie-Pierre, luciendo un vibrante vestido de color amarillo limón. El espacio pictórico se aplana y los asistentes adoptan un espacio regular y secuencial.
La habitación turca, 1965-1966 (La Chambre turaue) Centre Pompidou. Paris.
Finalmente nos detendremos en La habitación turca, 1965-1966, en la que Balthus nos presenta una imagen, con referentes a Matisse y Bonnard, en la que utilizó como modelo a su esposa japonesa, Setsuko, que aparece recostada, envuelta en un colorido kimono, rodeada de un suntuoso ambiente oriental. A Setsuko, descendiente de una familia de samuráis, la había conocido en 1962 durante un viaje a Japón en el que fue su traductora. Posteriormente le acompañó a Roma donde se casaron en 1967.