viernes, 15 de julio de 2016

El Bosco. La Exposición del V centenario


Con motivo de la celebración del V centenario de la muerte del pintor holandés El Bosco, el Museo Nacional del Prado de Madrid presenta una exposición antológica sobre la obra del genial artista. Gracias al interés que en su tiempo mostró el rey Felipe II por la obra del Bosco, el Museo del Prado  posee la mejor colección de sus obras a nivel mundial.  Custodia seis de las obras capitales del Bosco, entre las que destacan los trípticos de El jardín de las delicias, una de las obras más analizadas e interpretadas del arte occidental, la Adoración de los magos y el Carro de heno.

La Exposición del V centenario, del 31 de mayo al 11 de septiembre de 2016, es la primera muestra monográfica que se le dedica en España y la más completa y de mayor calidad realizada hasta la fecha. La exposición reúne más de medio centenar de obras, entre ellas 21 pinturas y ocho dibujos originales del Bosco, así como grabados, relieves, miniaturas y pinturas de otros autores que permiten conocer el contexto en el que vivió el artista. Las obras se presentan al público en un espacio expositivo con destacadas innovaciones que posibilitan al espectador la contemplación de los trípticos más relevantes tanto por el anverso como por el reverso. Los préstamos proceden de museos y colecciones de Lisboa, Londres, Berlín, Viena, Venecia, Rotterdam, París, Nueva York, Filadelfia y Washington, entre otras ciudades.


El Prado ha preparado esta exposición desde hace años. Ha llevado a cabo una restauración sistemática de sus originales, que ha culminado recientemente con la renovación de la Adoración de los magos, una de las obras maestras del artista, y las Tentaciones de san Antonio, que refleja las torturas y tentaciones que sufrió san Antonio. También se han acometido importantes estudios realizados con la ayuda de la mas avanzada tecnología usando  reflectografía infrarroja y radiografía sobre El jardín de las delicias, que han verificado el proceso creativo de la obra. Los resultados de estos estudios se incluyen en la exposición. La muestra se organiza en distintos ámbitos temáticos que se describen a continuación. 


El Bosco y ‘s-Hertogenbosch

El hombre-árbol (Viena, Albertina)
Jheronimus van Aken (h. 1450-1516), conocido en España como “el Bosco”, nació y vivió en ‘s-Hertogenbosch (Bois-le-Duc), una ciudad al norte del ducado de Brabante, en la actual Holanda, a la que vinculó su fama al firmar sus obras como “Jheronimus Bosch”.Su inmensa capacidad de invención queda patente en la renovación que experimenta en sus manos la técnica pictórica, con su personal tratamiento de la superficie, que se suma a la que muestran sus contenidos, en ocasiones difíciles –o casi imposibles- de descifrar, al haberse perdido en nuestro días muchas de las claves para interpretarlas.
Esta sección, que sitúa al pintor y a su obra en una ciudad que para él fue casi su seña de identidad, está centrada en torno al tríptico del Ecce Homo de Boston, realizado por el taller del pintor para Peter van Os. Incorpora obras de artistas que, o bien trabajaron para la ciudad en tiempos del Bosco como los dos relieves del escultor de Utrecht Adriaen van Wessel para el retablo de la capilla de la Cofradía de Nuestra Señora en la iglesia de San Juan (1475-1477), o bien desarrollaron su labor en ella en esos años, como los tres grabados del arquitecto y grabador Alart du Hameel.
A ellos se suma un grabado de Cornelis Cort con el retrato del pintor, la pintura anónima del mercado de paños en la plaza de ‘s-Hertogenbosch del Noordsbrabant Museum, en la que se puede ver la casa en la que vivió el Bosco, y el manuscrito de los Comentarios de la pintura de Felipe de Guevara de la Biblioteca del Museo del Prado.
En la época del Bosco, ‘s-Hertogenbosch era una ciudad próspera. La plaza del mercado, en la que el artista residió entre 1462 y 1516, era punto de encuentro de todas clases sociales y escenario de toda suerte de acontecimientos –cotidianos y festivos, religiosos o profanos-, fundamentales en el mundo visual del pintor, que asistió a ellos como espectador privilegiado, desde cas o fuera de ella.
Prueba del ascenso social del Bosco fue su nombramiento de 1487-88 como hermano jurado de la cofradía de Nuestra Señora, que le puso en contacto con las élites de la ciudad. Recibió así encargos de particulares como Peter van Os, hermano jurado de la cofradía, así como de instituciones eclesiásticas, muy numerosas entonces. La ausencia de una tradición local y de un gremio de pintores favoreció que el Bosco creara un estilo original. Aunque partió del arte de los pintores que le precedieron, como Jan van Eyck, rompió con ellos tanto en la técnica como en la iconografía.

Infancia y vida pública de Cristo
Tríptico de la Adoración de los Magos (Madrid, Museo Nacional del Prado)
En torno al tríptico de la Adoración de los Magos del Prado se disponen las Adoraciones de los Magos de Nueva York y Filadelfia y el dibujo de las Bodas de Caná del Louvre, obra de un seguidor, además de un buril de Alart du Hameel. En ellas la atención recae en Cristo, de acuerdo con la corriente espiritual de la devotio moderna, que trataba de transmitir a los creyentes el mensaje de la imitación de Cristo. El tema más repetido del Bosco es el de la Adoración de los Magos, con el que se expresa la universalidad de la Redención. Los paganos –los Magos- hacen un largo viaje para adorar al Mesías, mientras que los judíos le rechazan. Como muestran los temas presentes en las ofrendas y la indumentaria de los Reyes de la Adoración del Prado, el Bosco aboga por un regreso a las fuentes del Antiguo Testamento, que prefiguran el Nuevo, para revitalizar la fe y la piedad cristianas. Pese a que en estas obras el artista se encuentra más cerca de la tradición, no duda en reelaborarlas con su personal estilo, incorporando elementos simbólicos en sus fondos y edificios, o la figura del Anticristo en el tríptico del Prado.

Los santos
Tríptico de las tentaciones de San Antonio (Lisboa. Museo Nacional de Arte Antiga)

Esta sección, la más numerosa, gira en torno al tríptico de las Tentaciones de San Antonio del Museo de Lisboa, al que se suman las dos Tentaciones de san Antonio del Prado, una original  y otra de taller, y el fragmento de las Tentaciones del Museo de Kansas City, así como el dibujo del Louvre con bocetos para unas Tentaciones de San Antonio.
Completan la sección los trípticos de Santa Wilgefortis de Venecia y de Job del Museo de Brujas –este último obra de un seguidor- y las tablas de San Juan Bautista del Museo Lázaro Galdiano, de San Juan evangelista del Museo de Berlín, San Jerónimo de Gante y San Cristóbal de Rotterdam y el dibujo con Mendigos y lisiados de la Albertina, de mano de un seguidor.
El culto a los santos experimentó un gran auge en los tiempos del Bosco, como lo prueba la amplia presencia que tienen en sus obras y en las de su taller, ya sea como protectores o con carácter autónomo. Entre ellos incluyó a Job y a alguno de los apóstoles, honrados entonces como tales. No faltan imágenes de las santas protectoras como santa Inés, santa Catalina o María Magdalena, o titulares como santa Wilgefortis, la virgen barbuda venerada en los Países Bajos.
Entre los santos –los más numerosos-, algunos gozaban de una gran devoción, como san Cristóbal que defendía de la muerte súbita. Especial protagonismo tienen los ermitaños, cuya vida transcurre al margen de la sociedad, en el desierto, que en esa época era sinónimo de soledad, no de ausencia de vida. San Jerónimo, y sobre todo san Antonio Abad –su santo patrón y el de su padre-, son ejemplos para el fiel. Exhortan al autocontrol –especialmente sobre las pasiones de la carne-, a la paciencia y a la constancia frente a las tentaciones del Demonio. En el san Antonio de Lisboa los fondos no tienen relación directa con la vida del santo. El Bosco los inventa, se deja llevar por su fantasía, como cuando representa a los demonios.

Del Paraíso al Infierno
Tríptico del carro de heno (Madrid, Museo Nacional del Prado)
Alrededor del Carro de heno se incorporan, varios trípticos del Bosco en los que el Paraíso y el Infierno aparecen representados en las tablas laterales, aunque varíe la forma de mostrarlos. Tradicionalmente, en la tabla central se incluía el Juicio Final, como sucede en el ejemplar de Brujas. En las Visiones del Más Allá de Viena, más que la visión del infierno, resulta original –y aún sorprendente- la del paraíso, con el túnel de luz deslumbrante que atraviesan los elegidos para llegar al Empíreo.
En el Carro de heno, por primera vez en una pintura y de manera totalmente original, el Bosco dispuso en el centro del tríptico, entre el paraíso y el infierno, un carro de heno para mostrar cómo el hombre de cualquier clase social, en su afán por dejarse llevar por el goce de los sentidos y el deseo de adquirir bienes materiales, se deja engañar por los demonios que lo conducen al infierno. El carro se convierte en un espejo en el que quien lo contempla ve reflejada su imagen y propone al hombre como lección que, para no condenarse eternamente, no tiene tanto que hacer el bien, como evitar el mal a lo largo de la vida. Se ilustran aquí los exempla contraria, los ejemplos a evitar.
Junto a ellos, dos dibujos de Berlín, uno con una cabeza andante grotesca y un pequeño monstruo sapo, y el otro, de taller, con una escena infernal que se une al dibujo de Viena, Barco infernal, también de taller.

El jardin de las delicias

Tríptico del jardín de las delicias (Madrid, Museo Nacional del Prado)
Junto a la pintura más emblemática y admirada de este genial artista, se exponen la reflectografía infrarroja y la radiografía de la obra, a menor escala, para que los visitantes puedan apreciar los cambios que el artista realizó desde que inició el dibujo subyacente hasta que concluyó la superficie pictórica, y el extraordinario dibujo del Hombre-árbol de la Albertina.
La sección se completa con el retrato de su comitente, Engelbert II de Nassau del Rijkmusum de Amsterdam, obra del Maestro de los retratos de príncipes, y El Libro de Horas de Engelbert de Nassau del Maestro de Viena de Maria de Borgoña de la Bodleian Library de Oxford, así como el manuscrito de Las visiones del caballero Tondal de Simon Marmion del Museo Getty de Los Angeles.
La radiografía revela detalles internos del soporte y de la pintura que no se aprecian a simple vista. Al atravesar todas las capas, las escenas del anverso y del reverso de las tablas laterales aparecen superpuestas. Durante el proceso pictórico se produjeron cambios y pequeñas rectificaciones. En el Jardín se eliminaron elementos como fruta –quizás una granada- del extremo inferior izquierdo, y se modificaron aspectos del paisaje, como el plano diagonal que emergía por la derecha.
Sorprendente es también la precisión de los contornos y cómo el Bosco presta especial atención a algunas figuras, como la mujer coronada con cerezas, cuyo rostro repasa insistentemente. En el Infierno se suprimieron objetos y animales fantásticos de gran tamaño, como el anfibio de cuyo cuerpo surge una gran esfera con un hombre en su interior.
El dibujo subyacente fue realizado con pincel y a mano alzada sobre la preparación blanca. Muestra los trazos característicos del Bosco, como se aprecia en los rostros, cuyos rasgos se definen con apenas tres líneas para ojos y nariz. El dibujo del Paraíso ha sufrido cambios importantes: Adán, Eva y Dios Padre, situados inicialmente en el medio de la escena, se desplazaron hacia abajo. Dios Padre, primero barbado y dirigiéndose a Adán, se representó luego con la apariencia de Cristo y mirando hacia el espectador. Más relevantes aún son las modificaciones que muestra el Jardín: la pareja en la cueva –en el ángulo inferior derecho- y el grupo de mujeres y hombres a su lado –uno de ellos negro-; el jinete que rompe el círculo en torno al estanque y, sobre todo, la falsa fuente de los Cuatro Ríos, al fondo, en el centro.

El mundo y el hombre: Pecados Capitales y obras profanas

Mesa de los Pecados Capitales (Madrid, Museo Nacional del Prado)

Esta sección discurre en torno a la Mesa de los pecados capitales del Prado y el tríptico incompleto del Camino de la vida, compuesto por El vendedor ambulante de Rotterdam, La muerte y el avaro de Washington, La nave de los necios del Louvre y la Alegoría de la intemperancia de New Haven.
Se suman a ellos el dibujo con La escena burlesca con un hombre en un canasto de la Albertina de Viena, así como El prestidigitador del Museo de Saint-Germain-en-Laye, el Concierto en el huevo del Museo de Lille, y el Combate entre Carnaval y Cuaresma del Noordsbrabant Museum de ‘s-Hertogenbosch, estos tres últimos obras de la mano de seguidores del Bosco.

La Pasión de Cristo

San Juan Evangelista en Patmos
(Berlín, Staatliche Museen zu Berlin, Gemäldegalerie)
Completan la exposición obras relativas a la pasión de Cristo: el Ecce Homo de Frankfurt, la Coronación de espinas de la National Gallery de Londres; los Caminos del Calvario de El Escorial y de Viena, el Tríptico de la pasión del Museo de Valencia, obra de un seguidor, y tres dibujos, el Entierro de Cristo del British Museum, dos orientales en un paisaje de Berlín y dos figuras masculinas de una colección privada de Nueva York.
Además de la representación de pasajes de la Pasión en grisalla en los reversos de la Adoración de los Magos, San Juan Evangelista en Patmos y en las Tentaciones de san Antonio, el Bosco también representó estas escenas de forma autónoma, en pinturas en las que reduce el número de figuras y Cristo dirige su mirada al creyente, interpelándole y despertando en él sentimientos de angustia y compasión, influido por la corriente espiritual que propugnaba la vida ascética y la oración.