miércoles, 31 de julio de 2019

Manifiesto

Gun 1, Broadway and 103rd street, New York,1954. ®William Klein

Espacio Fundación Telefónica presenta, en el marco de la XXII edición de PHotoESPAÑA, “William Klein. Manifiesto”, primera gran retrospectiva en España dedicada al fotógrafo neoyorquino William Klein. Comisariada por Raphaëlle Stopin, la exposición propone unir todos los segmentos de la obra pictórica, fotográfica, gráfica y cinematográfica del artista para conocer sus “vidas creativas”. La muestra reúne cerca de doscientas piezas entre pinturas, fotografías, documentos –algunos inéditos–, películas, maquetas y prototipos para mostrar las diferentes –y a menudo desconocidas– facetas de un artista en el que con frecuencia solo se piensa como fotógrafo.
Klein (Nueva York, 1928) revolucionó la historia de la fotografía, estableciendo las bases de una estética moderna en contacto directo con una sociedad de posguerra aún por reconstruir, imaginar y soñar que todavía pervive. Visionario y radical son los adjetivos que más lo definen, al punto de que la fotografía, tal y como fue en el siglo XX y se concibe hoy en día, no puede entenderse sin él. Klein estuvo tan involucrado en el devenir de la fotografía, que le dio forma.

Inicios y abstracciones fotográficas
Empezó a mediados de la década de los años 1950, tras estudiar en la Sorbona y frecuentar los talleres de André Lhote y FernandLéger, sacudiendo todas las costumbres y barriendo los códigos existentes súbitamente. En 1952, por invitación del director italiano de teatro Giorgio Strehler, expone en Milán en el Teatro Piccolo; más tarde en la Galleria del Milione y realiza una serie de pinturas murales abstractas para arquitectos italianos. Uno de ellos, Angelo Mangiarotti, le encarga paneles murales en blanco y negro. En respuesta, Klein crea un conjunto de monumentales paneles giratorios de madera montados sobre rieles que, sin que él pudiera intuirlo, constituirán el inicio de su obra fotográfica. Es precisamente al fotografiar estos paneles pintados para documentarlos cuando Klein se encuentra cara a cara con la fotografía y su potencial, y se plantea recrear dichas geometrías blancas y negras en el laboratorio. Así, Klein inicia un corpus –redescubierto tardíamente en 2012– consistente en composiciones abstractas realizadas en el cuarto oscuro y expone sus “abstractos” en el Salón des Réalités Nouvelles de París.
Group of young ladies, Rome 1956. ®William Klein
El nacimiento de “lenguaje Klein” y las series de las grandes ciudades En la década de los años 50 el libro era el primer canal de difusión de una obra fotográfica. En París contacta con Les éditions du Seuil, editorial en la que trabaja el cineasta experimental Chris Marker, quien le garantiza la publicación de su obra, respetando el proyecto original de Klein. Así publica en 1956 Life is Good & Good for You in New York: Trance Witness Revels, que se convierte en su manifiesto, un libro revolucionario que sentó las bases del “lenguaje Klein” e hizo temblar los principios de una fotografía que por entonces buscaba un lugar en las artes. Fue publicado en Italia y Japón y elevado de inmediato a la categoría de fundamental.
En este manifiesto se advierte la mirada global de Klein en su obra: hace de la calle su materia prima, abarcadora, generosa y voraz en todas sus dimensiones. Nos habla de un siglo en movimiento, un siglo de mutaciones, de creaciones, de emancipaciones. Situado siempre en el centro, muy cerca de su tema para captar mejor las líneas de tensión, crea, en la década de 1950, grandes conjuntos fotográficos en el corazón de las ciudades modernas como “New-York 1954-55”, “Rome 1956”, “Moscou 1959-61” y “Tokyo 1961”. Pronto descubre la sociedad del espectáculo, dirigiendo para la televisión y fotografiando para la prensa de moda hasta que llegue el cine para satisfacer su deseo de movimiento y su compromiso como fotógrafo.

El cine y la imagen de moda en la obra de Klein
 Dorothy + white light stripes, Paris 1®William Klein962. ®William Klein
William Klein también mantiene una relación ambivalente con la fotografía de moda, que le divierte del mismo modo que le incomoda, y esta será, mediante la puesta en escena que implica, su puerta de entrada a la dirección cinematográfica. Llegado al mundo de la moda de la mano del director artístico de Vogue, Alexander Liberman, Klein lleva a la modelo a la calle, dejando que la calle entre en la imagen y la multitud se reúna, vaya creciendo y el tráfico se altere hasta que él pulse el obturador para registrar la tensión urbana en juego. 
Tras un periodo inicial en el que el trabajo de Klein para Vogue parecía irrelevante, Liberman le pidió a Klein que hiciera algo que innovara la fotografía de moda, y William organizó una sesión con diferentes modelos que impresionó a la revista. Se trataba de un conjunto de fotografías en las que aparecen las modelos en combinación con el tráfico de la calle, junto con una serie de espejos que daban lugar a un resultado novedoso e impresionante. La combinación de todos estos elementos hacía que las imágenes concluyesen con resultado verdaderamente original y, sin duda, renovaban el estilo de Irving Penn, que había caracterizado a la revista desde tiempo atrás; un estilo que tuvo un evidente éxito.
El fascinado Liberman admiró las nuevas fotografías que le presentó Klein. Aliviado, le invitó a realizar una colección entera con este estilo. El editor supo, en ese mismo momento, que había conseguido lo que la competencia logró con Richard Avedon en su día: cambiar la industria de la moda por medio de la fotografía.
Evelyn Isabella Nina and Mirrors New York 1962 ®William Klein
Klein logró su renovación estilística mediante la observación del estilo de Irving Penn, quien no salía del estudio para realizar sus sesiones fotográficas y utilizaba siempre un fondo blanco. Una vez hubo diagnosticado su punto débil, lo atacó con una renovación de estilo contundente, que no dejaba lugar a duda en las diferencias. William Klein se convierte entonces en fotógrafo de moda. Desde ese momento, su despegue en este campo es plenamente vertical. Sus imágenes comienzan a tomar importancia desde 1957, y revolucionan el género de la fotografía de moda gracias a sus novedosas técnicas de toma con teleobjetivo. El fotógrafo desaparece de la escena, la modelo no ve la cámara, posa sin más, camina por la ciudad y se deja llevar ante la situación. Mientras, Klein toma fotografías desde la lejanía.

También Klein ha dirigido veintiuna películas –cortometrajes, mediometrajes y largometrajes– en los campos de la ficción y el documental, y cerca de 250 anuncios publicitarios. El dinamismo artístico que despliega en este ámbito es impactante, cambiando de un estilo a otro, y a veces combinando varios géneros en la misma película, desde la comedia musical a la telerrealidad. Al llegar al mundo del cine de manera tardía, Klein lo concibe como un espacio de libertad en el que escenifica sus proféticas visiones de nuestra modernidad, con un posicionamiento más político que nunca. Así, la exposición se completa con un enfoque sobre su película ¿Quién es usted, Polly Maggoo? (Qui êtes-vous, Polly Maggoo? 1966), una sátira inigualable y visionaria del mundo de la moda y, más ampliamente, de la sociedad del espectáculo. Para interpretar a la protagonista, Polly Maggoo, Klein recurre a la modelo Dorothy McGowan, que había colaborado con él en muchas series de moda para Vogue.

Los contactos pintados
Club Allegro Fortissimo, Paris 1990 (painted 2001) ®William Klein
Por último, la muestra recoge también sus “contactos pintados”, realizados en su estudio y donde la fotografía se encuentra con la pintura, que el artista aplica con pinceles de gran tamaño. Las hojas de contactos se utilizaban hasta hace poco por los fotógrafos profesionales para visualizar de una sola vez todas las tomas de la misma película fotográfica. Los que se presentan en la exposición son originales, aunque están ampliados.

Algunas obras comentadas
Candy Store, Amsterdam Avenue, New York 1954. ®William Klein
Esta fotografía captura el antiguo vecindario de William Klein, entre la 108th Street y la Amsterdam Avenue. En sus palabras, este barrio le parecía “un basurero”. La tienda de dulces a la que pertenece la pared de la fotografía vendía golosinas, periódicos, refrescos, helados y toda una serie de cachivaches que los niños adoraban. Cuando pasea por allí con su cámara, un chiquillo se sienta en cuclillas contra la pared y posa para él. Klein le fotografía pero, inmediatamente, otros dos toman su lugar y le copian la pose, uno agachado y el otro de pie. En ese momento, el fotógrafo tiene la revelación de haber conseguido una imagen en la que todo funciona: los anuncios, los eslóganes, la camisa hawiana. El hecho de cortar la cabeza al joven modelo de la izquierda dota a la fotografía de gran fuerza y espontaneidad. Klein, de vuelta al laboratorio, pone el negativo en la ampliadora y juega con el enfoque. Los blancos sangran y los negros se desbordan. De este modo, la fotografía cambia y se convierte en otra imagen. Fiel a su filosofía de vida, Klein piensa “¿por qué no?”.

Bikini, Moscova river’s beach, Moscow 1959. ®William Klein
La protagonista de esta imagen es una joven en bikini a orillas del río Moscova, en Moscú. Tras ella, un señor mayor cavila probablemente su padre o abuelo. Al fondo, casi imperceptible, una mujer se cambia el zapato: su madre o su abuela, quizás. Klein estaba utilizando un objetivo gran angular, lo que permite capturar visiones panorámicas. Al apuntar la cámara a la chica, esta piensa que la fotografía es exclusivamente de ella, con lo que se recrea con su vitalidad juvenil en posar sintiéndose el centro de atención. Lo que no sabe es que Klein puede ver todo lo que pasa alrededor y detrás de ella. Lo que parecía la imagen de una joven despreocupada se convierte, en realidad, en un retrato de familia.

Boxer-painter, Ushio Shinohara, Tokyo 1961. ®William Klein
Klein visitó Japón por primera vez en 1961. Guiado por Tokio de la mano de oficiales gubernamentales, consiguió capturar con la cámara algunos momentos únicos e, incluso, irreverentes. Cuando por fin escapó de sus escoltas, se introdujo en la caótica ciudad que se estaba preparando para los Juegos Olímpicos de 1964. Allí conoció a Ushio Shinohara, un artista neodadaísta que se encontraba justo en la mitad de una performance de su “pinturaboxeo” cuando le realizó esta fotografía. El japonés sumergía los guantes en tinta sumi para luego lanzar puñetazos a una superficie de papel para salpicarla de color negro, con la ayuda del también artista Masanobu Yoshimura.

No photo. New York, 1955. ©William Klein
“Quita tu cámara de mi cara”. No era la respuesta a la que Klein estaba acostumbrado, pero tampoco le importa. Lo acepta y, por el camino, consigue una foto con su característica sensación de inmediatez y vida. William Klein fue un pionero. En los años cincuenta, los habitantes de Nueva York no estaban acostumbrados a encontrarse con alguien que les hiciese fotografías por la calle. Sin embargo, Klein conseguía que la gente reaccionara y entrara en el juego. Los fotografiados son conscientes de la existencia del fotógrafo, pero en su manera de posar existe una verdad y una crudeza que en ningún momento denota artificialidad. Incluso en esta imagen, en la que no podemos ver la cara del retratado, se consigue tener una completa impresión sobre el carácter de esta persona.



viernes, 5 de julio de 2019

BERENICE ABBOTT: Retratos de la modernidad



La Fundación MAPFRE presenta en la madrileña Sala Recoletos la muestra Berenice Abbott. Retratos de la modernidad, que propone un exhaustivo recorrido por la trayectoria de esta fotógrafa estadounidense. Su corpus de trabajo es uno de los más cautivadores de la fotografía norteamericana de la primera mitad del siglo XX, y actúa de puente entre los círculos culturales de vanguardia de París y de Nueva York de los años 1920 y 1930.

Producida por Fundación MAPFRE y comisariada por Estrella de Diego, catedrática de Arte Contemporáneo en la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, es la mayor retrospectiva de Berenice Abbott que se organiza en España, con fondos de época procedentes de algunas de las más importantes colecciones estadounidenses: The New York Public Library (Nueva York), el George Eastman Museum (Rochester, Nueva York), la Howard Greenberg Gallery (Nueva York), el International Center of Photography (Nueva York), el MIT Museum (Cambridge, Massachusetts) y el Museum of the City of New York (Nueva York).

Tras su paso por Madrid, la exposición se podrá ver en el museo Huis Marseille de Ámsterdam (de septiembre a diciembre de 2019) y en el Die Photographische Sammlung/SK Stiftung Kultur de Colonia (de marzo a julio de 2020).


Rockefeller Center, ca. 1932. © Getty Images/Berenice Abbott
La idea de modernidad invade todo el trabajo de Berenice Abbott, desde sus retratos de los artistas e intelectuales más vanguardistas del momento y sus asombrosas vistas de la ciudad de Nueva York –que integran su proyecto Changing New York–, hasta sus fotografías de tema científico en las que retrata los resultados de diversos fenómenos y experimentos. Es también un reflejo de la modernidad de la propia Abbott, de su carácter vanguardista y de su gran habilidad para identificar y retratar los cambios de su entorno. En conjunto, sus fotografías constituyen un excepcional retrato de la modernidad del nuevo siglo, idea sobre la que se asienta la presente exposición.
West Street, 1932. © Getty Images/Berenice Abbott
Además, abordar una muestra de Abbott en el año 2019 exige revisar la noción misma de «documento», de «fotografía artística» y de «autobiografía». Y es que, aunque la intención de la fotógrafa de huir de los supuestos artificios del arte es palpable en sus imágenes, el resultado visual es tan rico y diverso que dificulta categorizarlas bajo el adjetivo documental, e incluso obliga a enfrentar la imposibilidad última de una «fotografía documental» sin fisuras.
Su figura es, por otra parte, esencial en la valorización de la obra de Eugène Atget. Cuando los dos se conocen en París hacia mediados de la década de 1920, Abbott queda impresionada por su obra; las cualidades que –como pocos– es capaz de percibir en ella le inspiran desde el principio un profundo respeto por el fotógrafo francés y le proporcionan, además, un importante referente en el que volcar sus aspiraciones como fotógrafa: una fotografía que, pese a querer mantenerse al margen de las pretensiones artísticas, es mucho más que documento.
Tras la muerte de Atget en 1927, Abbott compra todo su archivo personal. Durante varias décadas se dedicará a promocionarlo con devoción y éxito y a alentar el coleccionismo de su obra en los Estados Unidos, convirtiéndose en figura clave para la fortuna crítica e historiográfica del legado del fotógrafo.

Autorretrato, distorsión, h. 1930,
© Getty Images/Berenice Abbott.
Berenice Abbott (Springfield, Ohio, 1898‐Monson, Maine, 1991) comienza sus estudios universitarios en 1917 en la Ohio State University con la intención de convertirse en periodista. Solo permanece allí unos meses porque en 1918 se traslada a Nueva York y se instala en el Greenwich Village, estimulante centro de encuentro de artistas e intelectuales que le facilita su primer contacto con creadores como Marcel Duchamp.
Se inicia entonces en la práctica de la escultura y apenas tres años después viaja a Europa y se instala en París, donde empieza a trabajar como ayudante en el estudio de Man Ray y descubre su verdadera vocación: la fotografía. También, a través de Man Ray conoce a Eugène Atget. En 1926 se establece como fotógrafa independiente y sus retratos, de los artistas e intelectuales más vanguardistas del momento, adquieren pronto un gran renombre.
A su regreso a Nueva York en 1929 se embarca en la producción de su mayor corpus de trabajo: la documentación fotográfica del crecimiento de esta ciudad, hasta cierto punto inspirada en el ejemplo del París de Atget (aunque lejos de poder considerarse una mera transcripción de la obra de este).
Desarrolla este proyecto de forma independiente hasta que, en 1935, logra financiarlo con la ayuda del programa Federal Art Project, que le proporciona un contrato para trabajar a tiempo completo para la serie. Estas imágenes son publicadas en 1939 con el título Changing New York, logrando un gran éxito de crítica y ventas. Un año antes, en 1934, comienza a dar clases en la New School for Social Research, donde se mantendrá como docente hasta 1958.
Vista aérea de Nueva York de noche, 20 de marzo de 1936. © Getty Images/Berenice Abbott
Es a finales de la década de 1950 cuando inicia otro de sus grandes proyectos: la documentación fotográfica de fenómenos científicos, en colaboración con el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Muchas de estas imágenes son profusamente utilizadas durante los años 1960 para la ilustración de libros de texto de Física.
En 1959 la asociación Professional Photographers of America la sitúa entre las diez primeras mujeres fotógrafas de su país. A principios de la década de 1960, aquejada de dificultades respiratorias, instala un nuevo estudio en una antigua casa de postas en el estado de Maine, en la que se asentará definitivamente en 1969.
Su obra es objeto de una exposición retrospectiva en 1970 en The Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York y en 1983 se convierte en la primera fotógrafa admitida en la American Academy of Arts and Letters. En 1988 el gobierno francés la nombra Officier des Arts et Lettres y también recibe el premio Master of Photography, concedido por el International Center of Photography de Nueva York.


La presente exposición recorre la trayectoria de Berenice Abbott a través de casi doscientas fotografías de época agrupadas en tres secciones temáticas. Ofrece también una pequeña muestra de la obra de Eugène Atget, con once de sus fotografías, positivadas por la propia Abbott en 1956. Además, incluye la proyección del documental Berenice Abbott: A View of the 20th Century (1992), producido por Kay Weaver y Martha Wheelock, del que se ofrecen varios pases diarios en versión original subtitulada. Filmado con una Berenice Abbott de más de 90 años, el documental nos conduce por una verdadera visita guiada a través del siglo XX a partir de la trayectoria artística y humana de la fotógrafa.


RETRATOS
Eugène Atget, 1927.© Getty Images/Berenice Abbott.
La primera sección de la muestra está integrada por algunos de sus retratos a los personajes más rompedores de la época. Bajo su aspecto cuidado y formal se esconde algo más que una excelente fotógrafa: todos ellos dejan entrever que Berenice Abbott está construyendo un archivo, está documentando cierta tipología de lo moderno. Principalmente retrata el proyecto de vida de un grupo del que ella forma parte: el de las «nuevas mujeres», dispuestas a vivir al margen de las convenciones para salvaguardar su libertad. También los hombres muestran en sus retratos una masculinidad menos monolítica de lo acostumbrado.
Así, aunque con estos retratos Abbott busque plantear estas ciertas «tipologías», estamos ante una serie de obras de matiz claramente autobiográfico, pues la propia fotógrafa forma parte del grupo que retrata. Asistimos ya, desde el inicio de su carrera fotográfica, a esa dualidad en la que sus obras son a un tiempo documentales, en tanto que propuestas «tipológicas» de archivo, y a la vez bellas muestras de un proyecto artístico e incluso autobiográfico.

CIUDADES
La segunda sección de la muestra recoge el deslumbrante, espectacular retrato que Berenice Abbott hace de Nueva York durante la década de 1930. Indudablemente, el ojo moderno de Abbott ha sabido percibir las posibilidades infinitas que ofrece esta ciudad para plasmar esa modernidad única de la que aún hoy es emblema. Ante su objetivo, Nueva York se convierte en un ser vivo, en un extraordinario personaje que se descubre ante sus visitantes en sus impactantes rascacielos, en el bullicio de sus calles abarrotadas, en la diversidad de lo que ofrecen sus escaparates.
Panadería, Bleecker Street 259, Manhattan, 1937. © Getty Images/Berenice Abbott.
Nos acerca también a algunos de sus barrios más marginales y a la realidad de personas sin techo, lo que de nuevo debe observarse como síntoma de la modernidad de una mujer que no vacila en acercarse a esta otra realidad. Por todo ello, esta serie resulta la más notable de su producción. Es, además, testimonio de algunos lugares hoy desaparecidos, así como de la construcción de otros tradicionalmente emblemáticos.
Teniendo en cuenta la fascinación de Abbott por Eugène Atget y el apoyo desinteresado que siempre dedicó a la difusión de la obra de este fotógrafo, once imágenes de él completan la presente sección en diálogo con las de la estadounidense.

CIENCIA
La tercera y última parte de la exposición concentra sus fotografías de experimentos y fenómenos científicos, en las que empieza a trabajar a finales de los años 1950 formando parte del Physical Science Study Committee (PSSC) del Massachusetts Institute of Technology (MIT). Los archivos de esta prestigiosa institución custodian buena parte de estas imágenes de Berenice Abbott, y de ellos proceden las veintiocho piezas de tema científico presentes en esta muestra, préstamo del MIT Museum. Dieciséis de ellas se exponen del mismo modo en que la propia Abbott las preparó originalmente para su exposición: montadas sobre un soporte de masonita sin protección delantera.
Pelota rebotando en arcos decrecientes. © Getty Images/Berenice Abbott
Ante ellas asistimos una vez más a esa dualidad que recorre toda su obra: son fotografías que documentan fenómenos físicos (que, de hecho, se utilizaron para ilustrar libros de texto), pero muestran al mismo tiempo la exquisita imaginación y creatividad de Abbott. En cada una de ellas ofrece soluciones inesperadas para esa tarea de «documentar» –manejando con increíble sagacidad un juego de luces ambiguo y poderoso– que, de algún modo, nos traslada a sus antiguas imágenes de Nueva York. De nuevo, la pura transformación ha sido identificada por el ojo moderno de Berenice Abbott y capturada por su cámara generando unas imágenes prodigiosas.