jueves, 4 de abril de 2019

Man Ray. Objetos de ensueño


Erotique voilée, 1933 © Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019 
La fundación Canal presenta en sus salas de la calle Mateo Inurria de Madrid la exposición “Man Ray. Objetos de ensueño”. Se incluyen en ella un total de 107 obras procedentes de diversas colecciones privadas españolas y europeas, reunidas en exclusiva para esta muestra, que conjuntamente ofrecen un ambicioso y completo recorrido por los pensamientos del artista, por su extraordinaria creatividad y por los temas que abordó y reflejó en sus trabajos durante su trayectoria profesional en la que el foco se aplica a la poética del objeto, es decir, a su significado simbólico. El objeto deja de ser funcional para pasar a otro territorio, el del simbolismo. En palabras de PilarParcerisas, comisaria de la exposición, esta fue, sin duda, una de sus máximas aportaciones al arte de siglo XX.

Man Ray, pseudónimo de Emmanuel Radnitzky (Filadelfia, 1890 – París, 1976) fue, junto a sus contemporáneos y amigos Marcel Duchamp o Pablo Picasso, uno de los grandes renovadores del arte contemporáneo. Empezó su carrera como pintor, aunque a partir de 1915 empezó a trabajar la fotografía. Después de vivir junto a Duchamp y Francis Picabia la efervescencia del dadaísmo en Nueva York, se instaló en París en 1921 donde pasó media vida. Muy pronto supo diferenciar entre pintura y fotografía: "Pinto lo que no puede ser fotografiado. Fotografío lo que no quiero pintar. Pinto lo invisible. Fotografío lo visible".  Su continua experimentación técnica y la elección de los motivos de sus trabajos le hicieron destacar rápidamente por revolucionar el campo de la fotografía. Dotó a la fotografía de una extraordinaria creatividad y la liberó de su función meramente utilitaria, científica o documental. En definitiva, contribuyó a elevar la “fotografía creativa” a la categoría de obra de arte.

Se convirtió en el fotógrafo predilecto de los surrealistas, ya que su sencillez gráfica era capaz de envolver con un halo de misterio las cosas más banales. André Breton proclamó que "el ojo existe en estado salvaje" y Salvador Dalí habló de "la fotografía como pura creación del espíritu". Como destacado miembro del grupo surrealista, Man Ray utilizó esta disciplina como un instrumento para plasmar las inquietudes y esencias más profundas de la psicología humana. Expandió esta visión surrealista al lenguaje cinematográfico, creando unas películas experimentales que abrieron las puertas del cine de vanguardia.

La muestra ha conseguido recopilar una cuidada selección de fotografías y una gran representación de objetos, que sorprenderán extraordinariamente al visitante. Es la primera vez que se reúne en una exposición en España una representación tan nutrida de objetos del artista.  La Fundación Canal acompaña los objetos, rayogramas y fotografías protagonistas de “Man Ray. Objetos de ensueño” con un original diseño expositivo, obra de Gabriel Corchero Studio. Las siete secciones que componen la muestra trasladan al visitante al particular universo onírico, evocador y surrealista de Man Ray.

1. Amigos, retratos y autorretratos

Autoportrait avec Emak Bakia, 1935 
© Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019 
La aparición de la fotografía transformó la relación de la pintura con el retrato. Los fotógrafos meramente retratistas llegaron a ser vistos como pintores fracasados por las nuevas vanguardias. Para Man Ray la creación comenzó donde la reproducción se detuvo, y el campo del retrato se convirtió en un espacio para la experimentación.

El reconocimiento que obtuvo como fotógrafo le dio oportunidad de realizar retratos a los personajes más relevantes de la cultura de su época. Con el retrato y la fotografía de moda Man Ray alcanzó la fama en el París de los años 20 y 30, y contribuyó a revaluar unos géneros que habían sido devaluados. Realizó retratos de la aristocracia, la alta burguesía y la bohemia artística, atraídos por su delicada sensibilidad, imaginación y capacidad técnica. Sus sobrios retratos se concentran en la expresión del rostro sobre fondos limpios y vacíos. Conseguía capturar la existencia y el aura de las personas, y dejó testimonio de amigos como Picasso, Marcel Duchamp, André Breton, Mina Loy, Gertrude Stein, Lee Miller, André Derain, Louis Aragon, Jean Cocteau y de muchos miembros del grupo surrealista. También dejó constancia del verano de 1937 en Mougins al lado de Picasso con Dora Maar, Paul y Nush Éluard, y su nuevo amor, Ady Fidelin.

Ady, Man Ray, Mr. and Mme. Cuttoli, with Picasso and Dora Maar in Mougins, 1937 
© Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019 
En sus autorretratos jugó con el efecto del espejo cóncavo y se retrató como una naturaleza muerta, siempre acompañado de sus objetos predilectos, su pipa, su cámara, el arte africano y sus propias pinturas y objetos. Como el Autorretrato con Emak Bakia (1935). Este objeto, también uno de sus predilectos, consiste en una parte vertical de madera que se asemeja al mástil de un "violonchelo", a la que posteriormente le reemplazó sus cuerdas por unas crines. El nombre de Emak Bakia, que significa en vasco "déjame en paz", es el nombre de una casa propiedad de un matrimonio inglés conocido de Man Ray, Rose y Arthur Wheeler. La casa estaba situada cerca de Biarritz, donde Man Ray se quedó durante una temporada e hizo una película de vanguardia con el mismo nombre en 1926.

Marcel Proust sur son lit de mort, 1922 
© Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019
En esta primera sección destaca también el retrato post mortem que le hizo a Marcel Proust. El 18 de noviembre de 1922, después de haber dictado unas modificaciones para "En busca del tiempo perdido" y rodeado de algunos amigos, Proust murió de una bronquitis mal tratada. Jean Cocteau le había sugerido al hermano del escritor, Robert, que llamara a un fotógrafo para dejar un testimonio de aquellos momentos. Decidieron llamar a Man Ray. Cuando el mago del surrealismo llegó y disparó la cámara, Proust ya había muerto. Este se trata de uno de los registros fotográficos más impactantes de la historia de la literatura.

2. Objetos de ensueño

Lampshade, 1919 /1959 
© Man Ray Trust, 
VEGAP, Madrid, 2019 
Una vez situados en el “universo Man Ray”, toca adentrarse a fondo en él en la sección principal de la exposición y que le da nombre. Se trata de “Objetos de ensueño” y ocupa el espacio principal con 25 objetos situados en vitrinas en el centro de la sala que permiten observarlos desde todas sus perspectivas. Otras tantas fotografías de sus objetos ocupan las paredes laterales de la sala. Man Ray sintió desde siempre una atracción hacia el objeto cotidiano, aquél al que no se le daba valor artístico alguno. Como es el caso de la obra Lampshade / Pantalla (1921) que convierte una simple espiral de papel en una lámpara.

Cadeau 1921 / 1974 
© Man Ray Trust, 
VEGAP, Madrid, 2019
En Man Ray los objetos representan la construcción de su mundo interior, el espejo donde se refleja. André Breton definió a Man Ray como "el gran escrutador de la decoración de la vida cotidiana". 
A diferencia del ready-made (objeto confeccionado) de Marcel Duchamp, que elige un objeto fabricado por la industria y lo eleva a la categoría de obra de arte, Man Ray crea algo nuevo a partir de la asociación de dos objetos, al estilo de la metáfora del poeta Lautréamont "hermoso como el encuentro casual de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección". Esta asociación podemos verla claramente en El enigma de Isodore Ducasse (1920) y en Cadeau (1921 / 1974), una plancha con púas de hierro que regaló a Erik Satie.

3. Rayogramas

La tercera sección se dedica a los revolucionarios rayogramas, fotografías obtenidas sin cámara a través de la exposición directa de los objetos a la luz y que captan la esencia de la dialéctica poética que Man Ray establece con los objetos a lo largo de su creación artística. Man Ray también sitió una gran atracción por la experimentación en el laboratorio. 


Rayograma, 1924 © Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019
Fruto de ello, en torno a 1921, descubrió los rayogramas o fotografías sin cámara. Consistían en registrar la silueta de pequeños objetos directamente sobre el papel fotosensible por medio de la incidencia aleatoria de la luz. Un descubrimiento que sigue la estela de la nocturnidad y el sueño que tanta atracción ejerció en los surrealistas. Estas fotos convierten los objetos cotidianos que usa en su laboratorio (fósforos, espirales de metal, botones, plumas, lápices…) o en la cocina (una batidora, un rallador de queso, unas tijeras o una cuerda) en fantasmas de sí mismos, en iluminaciones profanas del siglo XX. Constituyen la esencia de la dialéctica poética que Man Ray establece con los objetos a lo largo de su creación artística.

El propio Man Ray explicó: “Me rebelé contra mi cámara fotográfica y la tiré. Tomé cuanto me caía en la mano: la llave de la habitación del hotel, un pañuelo, lápices, una brocha, un pedazo de cuerda. No estaba obligado a bañarlos en el líquido. Los depositaba sobre papel seco y los exponía a la luz durante unos segundos como si fuesen negativos. Estaba muy excitado y me divertía muchísimo”. En 1922 publica su primer conjunto de rayogramas en un álbum llamado en Les Champs délicieux (Los campos deliciosos), con prólogo del poeta Tristan Tzara.

4. Mujeres y Venus

Anatomies-Neck, 1930 
© Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019
El recorrido continúa en la siguiente sala con la sección “Mujeres y Venus”, dedicada a la otra gran inspiración en la obra de Man Ray: las mujeres.  En ella vemos veinticinco fotografías de sus musas (y en muchos casos, también amantes), acompañadas de la proyección de Le retour a la raison, una de las películas con las que Man Ray expandió su visión surrealista al lenguaje cinematográfico.

Man Ray contempla a la mujer como un objeto de deseo. Así lo refleja en sus famosos desnudos. En los retratos de Lee Miller, su asistente de laboratorio y amante, su cámara consigue fragmentar su cuerpo, como es el caso de la fotografía, a través de la cual convierte su cuello estirado en una anatomía de connotaciones fálicas. En la exposición podemos ver otros ejemplos de esa fragmentación del cuerpo femenino, como es el caso de Mains (1930) en la que las manos se transforman en objetos en sí mismos.

Ady (étude pour la mode au Congo), 1936
© Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019 

Investigador incansable, descubrió de forma fortuita junto a Lee Miller la “solarización”, técnica en la que la imagen invierte su tono de un modo total o parcial al colocarse sobre un material sensible a la luz: en pleno proceso de revelado algo trepó por la pierna de Lee y al encender la luz por el espanto los negativos que estaban en la cubeta de revelado quedaron, al fijarlos, contorneados por una aureola. De esta forma consigue resaltar el contorno del cuerpo y el rostro de la amante de Picasso, Dora Maar.

Otra mujer tomó especial protagonismo en la vida de Man Ray entre 1936 y 1940, años en los que mantuvieron una apasionada relación. Adrienne Fidelin, conocida como "Ady", era una joven bailarina mulata, originaria de la colonia francesa de Guadalupe. Los desnudos de Ady y el movimiento gracioso de su cuerpo ponen de manifiesto el concepto de belleza de la mujer de carne y hueso para Man Ray, en oposición a la belleza artificial del maniquí que veremos más adelante.

5. Man Ray y Marcel Duchamp: máquinas poéticas

Una nueva proyección da la bienvenida al visitante a la galería abovedada. Se trata de Anemic Cinema, dirigida a cuatro manos junto a su íntimo amigo, mentor y parteinaire artístico Marcel Duchamp. Precisamente la colaboración entre ambos artistas protagoniza esta sección. En ella se recogen las fotografías con las que Man Ray documentaba las obras de Duchamp, así como los retratos que tomaba de él, su familia o su alter ego femenino Rrose Sélavy.

Marcel Duchamp es considerado por muchos el artista más influyente del siglo XX. Se adelantó al arte conceptual, elevó el objeto cotidiano a categoría de arte y cambió radicalmente el concepto académico de belleza. Y, más concretamente, logró proponer un nuevo concepto de belleza al identificar a la mujer con la máquina en su magna obra Le Grand Verre (El gran cristal), de 1915-1923.

Rrose Sélavy, 1921 
© Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019
Duchamp y Man Ray se conocieron en 1915 en los EE. UU, momento en el que Man Ray ya había visto su Nu descendant un escalier, 1912 (Desnudo bajando una escalera) en Nueva York en el Armory Show de 1913, obra que supuso un antes y un después en la historia del arte del siglo XX. Ambos compartieron muchos momentos juntos e infinidad de ellos en el lugar de trabajo de Duchamp. Fotografió la obra ya mencionada Le Grand Verre, 1915- 1923 (El gran cristal) con el polvo acumulado sobre el cristal, que tituló Élevage de poussière, 1920 (Criadero de polvo)- e incluso al propio Marcel Duchamp como Rrose Sélavy, un personaje femenino creado por el artista francés, quien tuvo la idea de cambiar de nombre, pero al no encontrar ninguna opción que lo atrajera optó por crear este personaje, en definitiva, su alter ego femenino. La imagen de Duchamp ataviado como como Rrose solo quedó retratado en algunas de las pocas fotos que tomó Man Ray. Aunque su nombre fue utilizado muchas veces por Duchamp para firmar.

La amistad entre ambos fue una de las más fructíferas del siglo XX. Compartieron intereses y afinidades y juntos abrieron el arte a una estética influida por la industrialización. Man Ray, por su parte, se apartó del pictorialismo fotográfico que intentaba competir con la pintura e incorporó el automatismo de la cámara fotográfica como medio de creación que suprime el control consciente del artista sobre el proceso de creación, dominado por el inconsciente.

Su curiosidad por comprender la modernidad marcó su interés por los instrumentos ópticos, el ilusionismo visual y el cine. Juntos, Duchamp y Man Ray, crearon máquinas cinéticas pioneras como Rotary Glass Plates / Placas de vidrio rotativas (1920), la película Anémic Cinéma, 1926 o el filme estereoscópico Frames from a Projected Stereoscopic Film, 1925-1973 (Fotogramas de una película estereoscópica) proyectada del que se salvaron sólo algunos fotogramas. Coincidieron en hacer del arte "una máquina poética", desnudando la realidad de sus apariencias y haciendo visible su mecánica y los sueños del progreso de los tiempos modernos.

6. La realidad inquietante de los maniquíes

El maniquí representa para Man Ray el erotismo asociado a lo femenino y a “lo maravilloso”, asociando lo maravilloso a lo mágico, lo extraordinario, lo extraño, lo misterioso, lo inquietante y lo siniestro. El maniquí también representa para los surrealistas una figura vinculada a la adolescente ideal, a la mujer-niña, a la mujer fatal e inevitablemente a la moda y a los grandes almacenes. El maniquí permite asimismo contemplar la desnudez de la muñeca, de la mujer-juguete y convertir el cuerpo de la mujer en un fetiche. Fascinado por los escaparates de los grandes almacenes donde se exhibía la moda en maniquíes, Man Ray los fotografió y publicó en la revista La Révolution surréaliste.

Mannequin de Man Ray, 1938 
© Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019
En 1938 se celebró en París, en la Galerie des Beaux-Arts, la Exposición International del Surrealismo, con forma de calle y dedicada a los maniquíes. Duchamp, Man Ray y Dalí participaron activamente en esta exposición en la que intervinieron dieciséis artistas, (Duchamp, Dalí, Joan Miró, Max Ernst y André Messon entre ellos) con la finalidad de metamorfosearlos ilustrando cada uno una calle parisiense. Man Ray también se ocupó de la iluminación de la exposición y de su testimonio fotográfico. Su maniquí apareció desnudo y luciendo en el cabello dos pipas transparentes, objeto que tituló en su día Ceque manque à nous tous, 1935 (Lo que nos falta a todos, cita de Engels asociada a su imaginario, y pegó lágrimas de cristal en su rostro. Veintiocho años más tarde imprimió y publicó una edición limitada de estas fotografías a las que añadió un texto descriptivo titulado Résurrection des mannequins / La resurrección de los maniquíes (1966).


7. El azar y la mente: el ajedrez

El ajedrez despide la exposición. La última sección hace un homenaje al juego que fascinaba a los surrealistas y para el que Man Ray diseñó tableros, piezas e imágenes como las que se muestran aquí.

Chessboard, 1920 © Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019 
En las primeras décadas del siglo XX el tablero de ajedrez, dotado de gran simbolismo, se convirtió en un elemento habitualmente representado, sobre todo los cubistas. Adquirió especial relevancia para Marcel Duchamp, gran jugador de ajedrez y quien enseñó a Man Ray a jugar en el Marshall Chess Club de Nueva York en 1917, en plena efervescencia del movimiento Dadá en esa ciudad.

En 1934 Man Ray compuso un tablero de ajedrez con los retratos de los miembros del movimiento surrealista, entusiastas de este juego. En 1944 la galería Julien Levy de Nueva York organizó la exposición Imagery of Chess (Imágenes del ajedrez). Man Ray diseñó varios juegos de ajedrez que comercializó en distintas tiendas y almacenes, sobre todo durante los años 40, cuando se refugió en Hollywood huyendo de la Segunda Guerra mundial. Personalmente se identificaba con la figura del rey por la proximidad con su pseudónimo Ray.

Como juego de azar y agilidad mental, el ajedrez tuvo raíces profundas entre los artistas surrealistas y también en la literatura que los precedió. El ajedrez llegó a constituir una metáfora del juego entre la vida y la muerte. Es un hecho bien conocido que, durante sus estancias veraniegas en Cadaqués en la década de 1960, se veía con frecuencia a Duchamp y Man Ray jugar al ajedrez en el Bar Melitón, en clubes ajedrecistas o participando en campeonatos de distintos pueblos del Ampurdán.