viernes, 11 de noviembre de 2016

Robert Doisneau: La belleza de lo cotidiano


La Fundación Canal, junto con el Atelier Robert Doisneau presentan en Madrid la exposición "La belleza de lo cotidiano" sobre la obra de uno de los pilares fundamentales de la fotografía del siglo XX. Esta muestra supone una oportunidad única de aproximarse de una forma diferente a Robert Doisneau como personaje y, en consecuencia, a su obra. Por primera vez en España conviven en un mismo espacio varias de las obras emblemáticas del artista, y otras nunca o muy poco vistas que descubrirán una faceta inesperada y desconocida hasta el momento.
Autorretrato con Rolleiflex,
Robert Doisneau vivió uno de los periodos más fructíferos de la Historia de la Fotografía y logró pertenecer, por derecho propio, a un selecto grupo de artistas que hoy se consideran los grandes mitos de la fotografía universal. Con su estilo fresco, inmediato y reconocible produjo alrededor de 450.000 negativos. Su trabajo se basaba en encontrar un escenario sugerente y estar atento a todo lo que pasaba a su alrededor para captar los gestos de personas corrientes en situaciones cotidianas. Su estilo se vio marcado por la insumisión que le caracterizaba: rechazó las normas impuestas, nunca se plegó a las modas y se desmarcó de todo cuanto le pareciera preestablecido. Su legado artístico es el resultado de esa sucesión de instantes de desobediencia. Caótico por naturaleza, Doisneau no seguía orden ni criterio alguno. Resulta por tanto muy complicado clasificar y ordenar sus trabajos, ya que no tenía una intención artística preconcebida. Empeñado en mostrar la vida no como es, sino como a él le hubiera gustado que fuera, Doisneau fue un extraordinario narrador que dio vida a una ficción directamente extraída de la realidad, devolviendo un reflejo modificado de momentos insignificantes.
Doisneau pertenece a la llamada Escuela Humanista, de la cual es uno de sus más afamados representantes. Exponente del realismo poético y fiel a su particular estilo, que tan magníficamente ha sobrevivido al paso de los años, desarrolló un claro modus operandi que se basaba en encontrar el escenario perfecto y estar atento a todo lo que ocurría a su alrededor.
El beso de l'Hôtel de ville, 1950
El trabajo de Doisneau no puede comprenderse sin tener muy presente su empeño en mostrar la vida no como es, sino como a él le hubiera gustado que fuera: "Mi foto es la del mundo tal y como deseo que sea". "Lo que estaba tratando de mostrar era un mundo en el que me hubiera sentido bien, donde la gente era amable, donde encontré la ternura que yo esperaba recibir. Mis fotos eran como una prueba de que este mundo podía existir". Estas declaraciones junto a esta otra que ya hemos mencionado anteriormente: "Mi vida es telescópica. No había plan alguno, sino una improvisación día a día. No era nada inteligente" definen claramente su estilo y forma de trabajar, el cual no seguía ningún orden ni criterio, muy propio de la rebeldía que le caracterizaba y que le hizo rechazar las normas establecidas. Nunca se plegó a las modas gráficas y se desmarcó de todo aquello que veía como sistema. En un principio trabajaba solo por encargo. A veces imágenes industriales, otras publicitarias, portadas de revistas o de libros, trabajos a los que dotaba de un escrupuloso y permanente espíritu de inventiva. Su comportamiento artístico, de vocación más instintiva que intelectual, daba voluntariamente la espalda a toda sofisticación formal y dejaba intervenir el azar como actor de pleno derecho. También esto responde a su deseo de mostrar la vida según como a él hubiera gustado que fuese. Fue este espíritu de inventiva lo que le llevó a rodearse de gente del mundo del espectáculo. Sus mejores amigos eran actores, músicos y escritores; solo se encontraba cómodo con quienes sabían “inventar sueños” y crear ilusiones. Era un etnólogo de su propio entorno.
Los panes de Picasso, 1952
La muestra incluye 110 fotografías que evidencian la extraordinaria capacidad de Robert Doisneau de extraer La belleza de lo cotidiano, virtud que da título a esta exposición que aglutina varias de sus obras emblemáticas y otras nunca o muy poco vistas. Esta dualidad ofrece una oportunidad única de aproximarse de una forma diferente a la obra de Robert Doisneau y, en consecuencia, al personaje. Una exhaustiva y personal selección llevada a cabo por sus hijas y comisarias de esta exposición, Annette Doisneau y Francine Deroudille, atendiendo a los principales intereses y temas preferidos de su padre. Además, también se exhibe cierto material personal del fotógrafo como su cámara Rolleiflex, varias publicaciones originales donde se difundieron sus trabajos, como la revistas Fortune o Life, cuatro hojas de contacto y tres collages.
La muestra abarca 45 años de creación del artista: desde finales de la década de los 20 hasta mediados de la década de los 70, ocupando los años 40 y 50 el grueso de su trabajo. Podemos contemplar la evolución de Doisneau desde su periodo de formación como artista hasta su madurez como fotógrafo, momento en el que a través de su cámara ya observamos una manera muy personal de fotografiar, su sello propio.
Mademoiselle Anita, 1951
La exposición se divide en dos secciones: La belleza de lo cotidiano, que alberga 80 copias de época, algunas de sus obras más conocidas en blanco y negro, como El beso del Hôtel de Ville,  mademoiselle Anita o el retrato de Pablo Picasso, y otras hasta hoy nunca vistas por el público o muy poco difundidas. Las fotografías que podemos ver en esta sección reflejan multitud de pequeñas historias reales compuestas por fotografías del extrarradio gris de París, fábricas, niños solitarios o rebeldes, niños en la escuela, la Guerra, jornadas de trabajo, fiestas de un pequeño pueblo galo, artistas, gente del espectáculo, del mundo de la moda…, sin duda todo un relato autobiográfico. Cada imagen describe una realidad tangible de aquella época. Todos los personajes que aparecen en las fotografías se perdieron en su poética particular hasta llegar a un mundo totalmente imaginario.
La segunda sección de la muestra presenta la serie en color Palm Springs 1960, una sorprendente, inesperada e irónica producción de los años 60 olvidada desde entonces y recuperada para esta exposición. Esta serie, que descubre una fase muy desconocida del artista, es el primer trabajo a color de Doisneau, detalle que resulta sorprendente ya que había experimentado con el color durante los 20 años anteriores. Y es que es poco sabido que Doisneau era un enamorado del espectro cromático pero no trabajó antes con él porque, en aquella época, trabajar a color era muy caro y porque él mismo dudada sobre la perdurabilidad del color.

Piscina, 1960