domingo, 20 de enero de 2013

Imogen Cunningham


Imogen Cunningham (1883-1976) optó a temprana edad por ser fotógrafa y trabajar fuera de casa: dos elecciones inusuales para una mujer de su generación. Conocida por su versatilidad a la hora de elegir los temas y por su capacidad para encontrar la belleza en las cosas comunes, Cunningham fotografió la vida que la rodeaba: a su familia, la naturaleza, bodegones, escenas callejeras y desnudos, y hasta su muerte a la edad de noventa y tres años mantuvo una infatigable labor experimental y ejerció su profesión de retratista.

La Fundación Mapfre presenta en Madrid una exposición que recorre las siete décadas de la dilatada trayectoria de Imogen Cunningham. Es la muestra más completa realizada hasta la fecha sobre esta artista visionaria que participó en la formación del movimiento moderno en fotografía. Arrojando una nueva mirada sobre el conjunto de su obra, permite conocer los diversos temas que captaron su atención y las distintas formas en que tomaron cuerpo en sus creaciones: inesperadas abstracciones de la luz, sombras y formas de la figura humana, "fotografías robadas" de la vida en la ciudad, revelaciones de la plasticidad de flores y plantas... Todo ello dominado por una visión cuyo foco es la belleza.

Nude, 1939
Nacida en una granja de Pórtland, Oregón, se inició en el positivado de sus fotografías en una leñera reconvertida por su padre en cuarto oscuro. Tras licenciarse en ciencias químicas, recibió una beca para estudiar en Dresde, lo que alimentó su sed de experimentación e impulsó su desarrollo de un estilo propio que, tras sus inicios en el pictorialismo bajo la influencia de Gertrude Käsebier, se acercaría a los principios de la "nueva objetividad" con su presencia en 1932, junto Ansel Adams o Edward Weston, en el núcleo fundacional del grupo f/64. Para entonces, ya se había granjeado su primer reconocimiento internacional con su participación en la histórica exposición Film und Foto, celebrada en Stuttgart en 1929, donde sus imágenes de motivos vegetales y desnudos aparecían dominadas por la sensualidad de la mirada. Siendo ya una retratista consumada, fotografió a artistas plásticos, bailarines, escritores y músicos entre los que se encuentran destacadas figuras del pensamiento y la creación del siglo XX, como los fotógrafos Alfred Stieglitz, August Sander y Lisette Model, la bailarina y coreógrafa Martha Graham, el actor Cary Grant o la pintora Frida Kahlo.

La exposición reúne dos centenares de fotografías, entre ellas, imágenes inéditas o raramente expuestas. Provienen principalmente de su propio legado, el Imogen Cunningham Trust, y de varios museos como el Seattle Art Museum o la George Eastman House. Se articula,  siguiendo criterios temáticos, en cuatro bloques.

Retratos
Cary Grant, actor. 1932
A Imogen Cunningham se le reconoce haber desarrollado el estilo ambiental relajado en la creación de retratos. Sentía fascinación por lo que hace única a cada persona y por el hecho de que un mismo sujeto sea diferente en cada momento. Sus amigos, familiares y algunos artistas protagonizaron los mejores posados de su trayectoria. A lo largo de su vida fueron muchas las personas a las que fotografió en más de una ocasión, a veces con intervalos de varias décadas. En este sentido, a las personas de su entorno más próximo se sumaron más tarde el pintor Morris Graves, la campeona de esgrima Helene Mayer, la modelo Phoenix o la artista Ruth Asawa. Entre 1933 y 1936 retrató para la revista Vanity Fair a estrellas de Hollywood como Cary Grant y a personalidades políticas como el expresidente Herbert Hoover. Sus retratos de la artista Frida Kahlo se cuentan entre los más difundidos por todo el mundo.

En los últimos años de su vida, Cunningham se embarcó en una excepcional serie de fotografías de ancianos que se materializó en la monografía póstuma After Ninety. En el prólogo del libro, la fotógrafa Margaretta Mitchell describe el elixir de Imogen: "La propia Imogen, a los noventa años, vino a ser un símbolo vivo de juventud en la vejez: seguía haciendo retratos, positivaba casi todas las mañanas y se mantenía informada de lo último de otros fotógrafos, cercanos o distantes. Su trabajo no estaba sólo en la producción de imágenes; estaba también en las personas".

Flores, paisajes, bodegones
Fuese cual fuese el tema, Imogen Cunningham prefería trabajar al aire libre y valerse de la luz natural. Con fotografía o sin ella, sus jardines eran la prolongación de su universo imaginario, y su afición a la botánica le llevó a utilizar con frecuencia los nombres científicos de las plantas para titular sus fotografías. El clima de la Bay Area le brindaba, además, un amplio abanico de temas vegetales. Cactus y jardín de suculentas fue tomada en su casa de Harbor View, en Oakland, antes de 1946 y El jardín de Imogen, de 1971, nos da una idea de cómo y dónde trabajaba.

Magnolia Blossom. 1925
La captación de los motivos florales reduciendo la naturaleza a sus formas y estructuras simples e intensificando la atención al detalle supuso en Cunningham la aparición de su visión claramente moderna; fue su serie "Pflanzenformen" la que le granjeó un primer reconocimiento internacional en la exposición Film und Foto de la Werkbund de Stuttgart, en 1929.

En sus bodegones, junto a los numerosos útiles de cocina, encontramos a menudo muñecas o partes de ellas. Se trata de las muñecas alemanas que compró en su primer viaje a Europa, realizado en 1909-1910, inicialmente utilizadas como elementos de atrezo para sus retratos infantiles y más tarde integradas en algunas de sus composiciones, incluso en sus últimos años en exposiciones múltiples de carácter surreal.

El cuerpo y la danza
El cuerpo humano estuvo presente en la producción de Imogen Cunningham desde sus inicios y continuó siendo un tema esencial a lo largo de los setenta años de su trayectoria. En un gesto excepcional para la época, se fotografió desnuda, tumbada en un campo de dientes de león bordeado de árboles, en su Autorretrato de 1906. Su hermana Paula posó para sus retratos de desnudo, y amigos artistas como John Butler o su marido, Roi Partridge, fueron los primeros modelos para sus audaces desnudos masculinos. Su iconográfica fotografía de 1928 Triángulos, de marcado carácter atemporal, ejemplifica los rasgos únicos que impregnan de modernidad su obra: los detalles escultóricos del cuerpo y las formas sensuales anónimas definidas por la iluminación y la composición.

Three Dancers, Mills College. 1929
A la época en que empezó a fotografiar bailarines, cuando su marido impartía clases en el Mills College de Oakland, pertenecen Bailarinas de Adolph Bolm, de 1921, tomada en el parque del Palace of Fine Arts de San Francisco, y Tres bailarinas, Mills College, de 1929. Del recurso en este tipo de fotografías a la técnica experimental de exposición múltiple son ejemplos las imágenes José Limón en Mills College, de 1939, o las dedicadas a Merce Cunningham en la década de 1950. En 1931 Cunningham captó noventa imágenes de la nueva estrella de la danza moderna, Martha Graham: una toma espectacular tras otra en una serie que fue determinante para el inicio de la colaboración de la fotógrafa con Vanity Fair.

Vida y arquitectura urbanas
La adquisición de una cámara Rolleiflex y su primer encuentro con Lisette Model en 1946 despertaron en Imogen Cunningham el interés por la fotografía de calle. A la edad de setenta y tres años, durante una estancia en Nueva York, se lanzó a observar la ciudad a través del visor de su cámara. La imagen Día de verano, Nueva York, de 1956, es una de las fotografías que realizó en este viaje, y se muestra en la exposición por primera vez al público.

Tea at Fosters, 1940
Ya fuera con un enfoque documental -como en Vendedor de periódicos, de 1939- o en composiciones de signo surrealista -como The Box, de 1968-, su atracción por la expresividad de los rostros y los gestos se convirtió en un componente natural de su fotografía de calle. Así mismo, impulsada por su visión crítica del urbanismo y por su fascinación por la forma, Cunningham se centró con frecuencia en motivos arquitectónicos. En sus paseos, creó composiciones con encuadres muy recortados o formas contrastadas de luces y sombras, como Deconstrucción urbana, Nueva York, de 1956. La modernidad de su mirada resulta especialmente evidente en las fotografías de la fábrica Shredded Wheat que tomó en 1928. Por su parte, Escalera y escalera en Merrie's, de 1959, es un buen ejemplo de su trabajo experimental, inteligente y no exento de humor, en la producción de copias que combinan dos negativos.








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