jueves, 14 de junio de 2012

Recuerdos de viaje



Me gusta viajar.  Creo que es una de las experiencias más enriquecedoras. Porque te sirve para conocer otros lugares pero, sobre todo, otras gentes, otras culturas. Hubo un tiempo, desgraciadamente ya bastante lejano, en que las obligaciones familiares, mejor dicho la ausencia de ellas, me daba la oportunidad de satisfacer esa necesidad de conocer otras latitudes, cuanto más lejanas mejor.  Coincidía además con el tiempo en que se pusieron de moda las cámaras de video. Por aquel entones, la mayoría de la gente que se compraba una cámara de video lo hacía para inmortalizar los primeros pasos de los hijos, o su primera comunión... o su primera boda, que entonces se suponía la única. Pero, además, la cámara de video servía para recordar los viajes. Como todo, requería un cierto uso del sentido común. Estaba muy bien grabar escenas de un viaje para rememorarlo o compartirlo con familiares y amigos. Pero algunos, carentes del mencionado sentido común, se iban al extremo de “grabarlo todo” de manera que su experiencia del viaje se empobrecía radicalmente al limitarse a lo que veían a través del objetivo de la cámara renunciando a la experiencia directa del momento.

Luego, acabado el viaje, de vuelta a casa, quedaba la dura tarea de editar las muchas imágenes obtenidas. Había algunos “manitas” que, a pesar de la escasez de medios al alcance de los aficionados de entonces, se atrevían a realizar un cierto “montaje” ordenando las escenas de manera que se llegara a algo parecido a una narración de las vivencias conseguidas. El remate era poner un sonido apropiado que arropara el resultado. A pesar de todo, era imposible conseguir una pieza que se hiciera soportable para los pacientes espectadores, en muchos casos forzados, del dichoso video resumen. Las meriendas, o cenas, que se convertían en excusa para poder “presumir de viaje” terminaban en la mayoría de los casos con una buena parte de los asistentes dormitando o bostezando ante la marea de imágenes repetitivas.

Toda esta evocación de los viejos, y buenos, tiempos ha surgido al ver en un blog un documento que me parece extraordinario. Sobre todo por el contraste que supone con la situación que he descrito previamente.  El documento en cuestión es un video que no llega  a los dos minutos de duración. El autor se llama Kevin Kelly. Este buen señor se pudo permitir el lujo de realizar un viaje por varios países asiáticos durante los meses de abril y mayo de 2012. Las imágenes fueron obtenidas no con una cámara de video sino utilizando la función de grabación en video de una pequeña cámara fotográfica Lumix. En el montaje final, realizado con iMovie, hay tan solo poco más de un segundo por cada día de viaje.  Lo mejor de todo es que no hay montaje de sonido. Se conserva el sonido original de cada una de las tomas. El resultado es brillante. Es posible seguir el hilo conductor y compartir muchas de las experiencias del viaje. Sin aburrimiento, sin somnolencia. Todo un hallazgo revolucionario. Y la receta es fácil de seguir. Un segundo por día. He aquí el milagro.

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